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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Última difusión: Enero 2024
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Papeles del Psicólogo, 1988. Vol. (36-37).




LA PSICOLOGÍA CLÍNICA EN ESPAÑA: PERSPECTIVA DE UNA DÉCADA

ALEJANDRO AVILA ESPADA

Doctor en Psicología y Profesor Titular de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.

Hace diez años -en 1978- los psicólogos clínicos españoles, desde el atrevimiento de llamarnos así, conducíamos nuestro deambular profesional sobre carencias. No teníamos mas legitimidad para ocupar tal posición que la que nos daba bien un Diploma de Escuela (de postgrado a los estudios de Licenciado) en el que ni siquiera constaba el apellido de nuestra especialización o el hecho mismo de ejercer labores clínicas en contextos hospitalarios o centros de consulta. Ninguna organización y estatuto profesional nos respaldaba (sólo la Sección de Psicólogos del Colegio de Doctores y Licenciados en Filosofía, Letras y Ciencias, o la ya extinta Agrupación Sindical de Psicólogos) ni existía figura legal que explicitase al psicólogo clínico como profesional competente en el dominio de la salud. Realmente no éramos psicólogos (nuestros títulos eran de Filosofía y letras) ni clínicos (clínicos como acto de afirmación amparado en la benevolencia de los médicos, quienes nos veían -en el mejor de los casos- como auxiliares eficaces y no como especialistas diferenciados). La Psicología Clínica que desarrollábamos era -por contra- voluntariosa y atrevida, ensanchando las múltiples tareas instituyentes de un saber y una disciplina científica y profesional, en litigio constante con los estrechos límites a los que con frecuencia se nos ceñía (las tareas meramente diagnósticas).

Desde la realidad de 1988, transcurridos diez años de este proceso instituyente de la Psicología Clínica en España, una década preñada de esfuerzos y contribuciones llevados a cabo por centenares de psicólogos españoles de los que Papeles es magnífico testigo y fuente, cabe preguntarse cuáles son los avances reales logrados y si la dirección de los mismos era la esperada. Abordaré esta cuestión mediante una consideración de la naturaleza de la Psicología Clínica y de su ejercicio profesional, intentando la revisión de esta etapa respondiendo a cinco cuestiones principales: ¿Qué es la Psicología Clínica?, ¿Qué formación y competencias debe reunir un psicólogo clínico?, ¿Cuántos son y dónde trabajan los psicólogos clínicos españoles?, ¿Qué tareas y actividades desarrollan los psicólogos clínicos en España? y por último ¿Con qué estatuto profesional cuentan en España los psicólogos clínicos?

¿Qué es la Psicología clínica?

La Psicología Clínica es una disciplina de la Psicología que se ocupa del desarrollo y aplicación de teorías, métodos y técnicas específicos -a partir de los desarrollos de la Psicología Básica- a los individuos, grupos o colectivos que padecen trastornos o alteraciones que se manifiestan en el nivel psíquico o psicosomático, con la finalidad de explicarlos científicamente e intervenir de forma práctica en la prevención, evaluación y/o diagnóstico, tratamiento, rehabilitación y asesoramiento respecto de tales alteraciones o trastorno. Para abordar su objeto la Psicología Clínica utiliza un concepto integral de salud, abarcando sus niveles de expresión biológico, psicológico y social, y asimismo elabora sus teorías, métodos y técnicas y rige sus acciones mediante una consideración interdisciplinar de las acciones de salud.

La profesión de psicólogo clínico se sitúa junto a las profesiones de ayuda, las que facilitan los cuidados de salud y las que intervienen en la salud mental, definible como trabajadores y/o profesionales de la salud, y más específicamente de la salud mental. Según el Dictionary of Occupational Titles, las tareas que desarrolla el psicólogo clínico son las siguientes:

«Diagnostica y evalúa los desórdenes mentales y emocionales de las personas y realiza los programas de tratamiento: Entrevista a los pacientes en clínicas, hospitales, prisiones y otras instituciones y estudia las historias médicas y sociales. Observa al paciente en acción y selecciona, administra e interpreta test de inteligencia, de rendimiento, de intereses, de personalidad y otras pruebas psicológicas para diagnosticar los trastornos y formular los planes de tratamiento. Trata las alteraciones o trastornos y mejora la adaptación del individuo utilizando diversas técnicas psicológicas, como la terapia ambiental, psicodrama o terapia individual, tales como el no directivo o terapia de apoyo, y establece o planea la frecuencia, intensidad o duración de la terapia. Puede colaborar con los psiquiatras y otros especialistas en el desarrollo de programas de tratamiento para los pacientes. Puede realizar diseños experimentales e investigar en los campos de desarrollo de la personalidad, adaptación al medio, diagnóstico, tratamiento y prevención de la enfermedad mental. Actúa como consejero en los campos social, educativo, del bienestar y en cualquier otro referido a casos individuales y colabora en la evaluación, planificación y desarrollo del programa de salud mental. Puede especializarse en problemas de conducta, crimen y delincuencia, terapia de grupo, diagnóstico y terapia individual, deficiencia mental, test objetivos, técnicas proyectivas y patología del lenguaje.

En el estudio llevado a cabo por Ferrezuelo, la definición (de entre ocho posibles) que se autoatribuyeron con más frecuencia los propios psicólogos clínicos madrileños fue la siguiente: «Profesional de la Psicología que estudia el psiquismo, las conductas y las formas de relacionarse de los individuos, procediendo a la prevención, diagnóstico, rehabilitación y tratamiento de las alteraciones de personalidad existente en la infancia, en el adulto o en la vejez, en sus aspectos individuales, en su adaptación al medio sociofamiliar y laboral, así como la profilaxis y desarrollo de la salud mental en la comunidad humana» (64,4% de los encuestados, incluyendo otra definición en términos similares). Parece, pues, claro que los psicólogos clínicos españoles ya poseemos un autoconcepto profesional suficientemente desarrollado y acorde con las expectativas que sobre su función tienen los países desarrollados.

¿Qué formación y competencias debe reunir un psicólogo clínico?

Lo que ha singularizado al psicólogo clínico respecto de los restantes psicólogos es su énfasis en el estudio de casos individuales, su orientación idiográfica y la actitud clínica que se deriva de tal acercamiento personológico. El psicólogo clínico ha de formarse primero como psicólogo y luego como clínico. Por ello distinguiré cinco niveles para su adecuada formación. La formación básica, común con otras vertientes aplicadas de la psicología: la formación específica o aquella que debe adquirir para poseer el bagaje teórico y metodológico de la Psicología Clínica; la formación especializada, que le permitirá intervenir en campos aplicados específicos, y la formación complementaria, que extiende sus competencias en áreas o tareas de relevancia para un completo ejercicio profesional. El quinto nivel hace referencia al desarrollo y acreditación de competencias investigadoras y profesionales. Para cada nivel enuncio a continuación sus principales componentes:

I. Formación básica: Psicología Básica (Procesos); Metodología; Psicología Social; Psicología Evolutiva; Psicobiología, Filosofía, Antropología y Sociología.

II. Formación específica: Psicología Clínica (en sus principales marcos teóricos; Clínica Psicoanalítica; Conductual: Cognitiva; Sistémica; Humanista); Psicología de la Personalidad y Diferencias Individuales; Psicopatología (Adultos, Infantil); Evaluación Psicológica de la Investigación Clínica; Tratamientos Psicológicos y Psicoterapia; Práctica pública orientada.

III. Formación complementaria: Tratamientos específicos (Individual pareja y Familia; Grupo; Infantil); Psicología de la Salud; Práctica pública supervisada.

IV. Formación complementaria: Neuropsicología; Psicofarmacología: Psicología Comunitaria; Administración y Gestión de Programas y Servicios.

V. Acreditaciones: Doctorado (acreditación investigadora); Título de especialista o profesional (PIR, Magister, et., como acreditación profesional).

En estos diez años el cambio en la calidad de la formación universitaria de los psicólogos en España ha sido muy marcado. En 1978 contaban con estudios de psicología (no específicos) sólo ocho universidades. En la actualidad son 20, cinco de ellas con Título de Licenciado en Psicología, existiendo opciones de especialidad dentro de la licenciatura, como es el caso de la Complutense de Madrid, que tiene especialidad de Psicología Clínica. Se cuenta actualmente en España con 39.174 alumnos en los estudios de Psicología (10.000 sólo en la UNED) y 894 profesores, proporción muy elevada, desfavorable para la docencia si se tiene en cuenta que están incluidos todos los recursos humanos docentes.

La situación académica ha evolucionado, pues, notablemente con una mejora sustancial en la docencia de las disciplinas de la formación básica y específica, pero siguen siendo muy deficientes o nubes los niveles III y IV y no existe todavía apenas posibilidad de adquirir experiencia práctica conexa a las competencias académicas. Ello conduce a que los candidatos o psicólogos clínicos completen su formación teórica -en la medica de lo posible- en instituciones privadas o bien en el contexto médico-hospitalario, pese a las limitaciones que éste impone.

La cuestión de la acreditación investigadora y profesional está aún por desarrollar. Tras varios intentos precedentes, este mismo año ha visto la luz el documento del COP sobre la Formación Postgraduada de Psicólogos especialistas en Psicología Clínica a través de un sistema PIR, con el cual se negocia con la administración la instauración de este sistema. Considerar la oportunidad de la realización del Doctorado en Psicología Clínica -como se ha formulado, por ejemplo, en USA- no ha sido apenas todavía foco de debate entre los psicólogos españoles.

Ha sido tópico resaltar las diferencias entre la formación de los diferentes especialistas de la salud mental. En lo que compete al psiquiatra y al psicólogo clínico las diferencias han radicado en que éste frecuentemente posee una mayor formación en metodología de investigación aplicada a la conducta humana. Por contra, aquel posee una formación superior as disciplinas médicas, de interés particular en lo que respecta a las neurociencias. El psicólogo clínico tiende a priorizar sus bases científicas y metodológicas sobre las exigencias de la práctica, mientras que el psiquiatra atiende a las demandas con todos los recursos disponibles, poniendo menor énfasis en su fundamentación teórica o su coherencia metodológica. El mayor rigor científico del psicólogo se contrarresta frecuentemente con su menor conocimiento de la realidad clínica, lo que puede llevarle a intentar adecuar la realidad a sus modelos de referencia. Por ello las exigencias de una formación más completa y abarcativa deben ser foco de interés principal en los próximos años.

La controversia sobre las diferentes orientaciones teóricas y metodológicas de la Psicología Clínica no parece tener la relevancia que en ocasiones se ha sugerido. La Psicología Clínica -así se ve claramente en el panorama internacional- mantiene y desarrolla su carácter de disciplina unitaria, más allá de las diferentes vertientes de su práctica. La tabla 1 muestra la comparación entre el predominio de unas u otras orientaciones en diferentes países tipo (USA y Alemania) y España y su examen nos sugiere que una proporción muy elevada de los psicólogos de los países desarrollados basa su actuación profesional en más de una orientación teórica (54,9% de los estadounidenses, 74% de los alemanes), mientras que en España aún persiste la fuerte polarización entre dos enfoque entendidos genéricamente (Psicoanalítico, Conductual), probable reflejo del hecho de que en España la identidad de la psicología y de los psicólogos clínicos se haya basado en la afirmación a ultranza de la mediante el ataque a las posiciones diferentes argumentando la acientificidad o el reduccionismo de las otras. En mi opinión, el futuro -tal como ya es evidente en países cuyo mayor desarrollo científico sosiega los ánimos- nos mostrará dos efectos complementarios: una mayor profundización en los basamentos epistemiológicos y metodológicos de cada orientación, lo que ayudará a singularizarlas realmente, y mayor posibilidad de diálogo real entre concepciones diferentes sobre un mismo problema. No debe perderse de vista que tan preocupante o más que la misma oposición entre las (Psicoanalítica, Conductual, etc.) es la proliferación de tendencias en cada una de ellas. Esperemos, pues, un futuro no escolástico para la Psicología Clínica, pero optemos, sin embargo, por modelos profesionales más específicos en los que el psicólogo clínico pueda precisar qué hace, sobre qué lo hace y para qué lo hace en el marco interdisciplinar al que por naturaleza pertenecerá siempre la tarea clínica.

En esta controversia ha incidido la cuestión de los imprecisos límites entre los ámbitos de la Psicología Clínica y las nuevas aplicaciones conocidas como Psicología de la Salud y Psicología Comunitaria. Los apenas veinte años de vida de estas nuevas vertientes vienen evidenciando su profunda influencia renovadora de las concepciones clásicas de la Psicología Clínica, pero igualmente su pertenencia a ésta en gran medida. Ciertamente no toda la Psicología de la Salud o la Psicología Comunitaria es subsumible en la Psicología Clínica, pero en modo alguno se trata de dominios separados o claramente diferentes de ella. Claro ejemplo es la definición de Psicología de la Salud formulada por la OMS y que resaltan Fernández-Ballesteros y Carrobles (1988) en un reciente trabajo. «La Psicología de la Salud, teniendo como base una perspectiva biopsicosocial del individuo humano, se nutre de los conocimientos, métodos de investigación y técnicas de evaluación e intervención de la psicología científica y apoyándose y potenciando los recursos comunitarios, los aplica a la prevención y tratamiento de la enfermedad, así como la promoción y el mantenimiento de la salud». La circunscripción de la Psicología Clínica a la atención, prevención y promoción de la salud mental, mientras la Psicología de la salud se ocupa de la intervención sobre el resto de los problemas de salud, es una de las salidas posibles a esta discusión, pero resulta en cierto modo artificiosa, toda vez que deslindar la salud en general de la salud mental no es tarea fácilmente abordable, ni cabe esperar que la distinción se objetive a un nivel metodológico o técnico. Es esperable, pues, que Psicología de la Salud y Psicología Clínica compartan amigablemente amplios sectores de su dominio de aplicación.

¿Cuántos son y dónde trabajan los psicólogos clínicos?

Nada hay más especulativo -hasta el presente- que intentar cifrar la cuantía y característica de los psicólogos clínicos españoles. Carecemos de la base estadística suficiente para poder ofrecer cifras seguras, y ello nos viene obligando a utilizar estimaciones indirectas basadas en encuestas no siempre fiables o en indicadores. En la tabla 2 he reunido algunos de los indicadores más fiables de los que disponemos, los cuales se muestran en comparación con los de USA y Alemania, países que reúnen la característica de representar a la sociedad avanzada de uno y otro continente y en los que el número de psicólogos clínicos y el amplio desarrollo de sus competencias puede resultarnos paradigmático para realizar estimaciones sobre el futuro de la Psicología Clínica en España.

Constatamos en la tabla 2 que se ha producido una estabilización del ratio de psicólogos por millón de habitantes (526 por millón), el cual no ha crecido en España en los últimos ocho años, mientras que se ha producido un incremento significativo en el número de psicólogos que ejerce su profesión (de 253 a 326 por millón de habitantes), con un ligero aumento de la proporción de los que ejercen como psicólogos clínicos (del 38 al 42,3%), habiéndose reducido del 90 al 76% los que lo hacen pro cuenta propia. Efectivamente, en estos ocho años el proceso de reforma de las instituciones sanitarias y la asunción de competencias en materia de salud por las administraciones locales y autonómicas ha sido un factor decisivo para la reducción de la oferta privada, que pese a todo sigue siendo muy mayoritaria (en el caso de Madrid se eleva al 82% los psicólogos que ejercen a nivel privado en 1988) y similar a los datos USA. La futura dirección de la reforma en salud mental, bien potencie los conciertos con instituciones privadas o bien se creen mayor número de servicios públicos, incidirá decisivamente en esta tendencia. El caso alemán supone el ejemplo opuesto al de USA por el particular sistema de reembolso por la Seguridad Social alemana del costo de la psicoterapia ejercida por psicólogos bajo supervisión médica.

Además de estos datos, y respecto de los centros públicos, disponemos de otras estimaciones no situables como indicadores, pero sin duda tienen interés. En 1984 Espino et. Al. informaron de la existencia de 197 psicólogos clínicos en centros públicos extrahospitalarios (respecto de 495 psiquiatras en consultas de neuropsiquiatría, 538 psiquiatras en otros servicios ambulatorios, 202 ATS y 168 asistentes sociales). Referido al área de Madrid, Prieto constata en 1986 la presencia de 115 psicólogos trabajando en salud mental en el sector público (79) en régimen ambulatorio o centros municipales, 20 en hospital general y 16 en hospital psiquiátrico), 300 ATS, 103 asistentes sociales y 10 terapeutas ocupacionales.

El ámbito privado es, sin embargo -como se ha expresado-, que mayor número absoluto de psicólogos clínicos acoge. La encuesta sobre los centros madrileños de Psicología Clínica (1983) constató la existencia de al menos 191 centros, de los cuales 121 eran totalmente privados (el 63,35% del total), 31 dependían de organismos privados (16,23%) y 49 eran de carácter público (20,42% del total). Abunda aún más que lo que sugieren estas cifras el hecho de que el número/promedio de psicólogos que se integran en los centros privados es muy superior al de los que trabajan en centros públicos. Esta tendencia probablemente permanecerá inalterada, de forma que el crecimiento de los servicios públicos suavizará estas proporciones, pero no llegará a invertir la tendencia del claro predominio de psicólogos clínicos en el sector privado respecto del sector público.

Los lugares de trabajo más característicos de los psicólogos clínicos españoles quedan reflejados comparativamente en la tabla 3. Son los siguientes:

Las diferencias que pueden apreciarse entre las tablas 2 y 3, en el porcentaje de psicólogos que trabajan en la práctica privada, son debidas a que en la tabla 2 se refleja la proporción absoluta de psicológicos que ejerce en la privada, mientras que en la 3 se cifra los que exclusivamente lo hacen en ella. Es evidente que una amplia proporción de los psicólogos que trabajan en los servicios públicos desarrolla también ejercicio profesional privado. No se ha podido también establecer qué porcentaje representan los psicólogos que en España trabajan para siquiatras en el sector privado, si bien se estima irrelevante su cuantía. Pedro Pérez ha recogido datos sobre la inserción del psicólogo en el contexto hospitalario en una pluralidad de servicios y tareas, subrayando la amplia necesidad y posibilidad de una mayor implantación. Igualmente hemos constatado que la incorporación directa de los psicólogos al proceso de reforma de la atención en salud mental sigue siendo muy lenta; la vía de acceso principal ha sido los centros de salud municipales, actualmente en proceso de transferencia a las instancias autonómicas o de reconversión para la cobertura de programas de servicios sociales. Cabe esperar que la próxima década nos depare una consolidación institucional de la figura del psicólogo en los servicios públicos de atención a la salud, tanto en cuanto a la atención primaria, secundaria o terciaria. Ello será termómetro de la del sistema sanitario español.

¿Qué tareas y actividades desarrollan los psicólogos clínicos españoles?

Un tópico de discusión de los últimos años ha sido la progresiva transformación de las actividades que desarrolla el psicólogo clínico en un desplazamiento creciente desde las tareas de evaluación y diagnóstico a las de tratamiento. Efectivamente esta tendencia ha sido clara en los psicólogos españoles, que de una dedicación que hace diez años era casi exclusiva a las tareas de diagnóstico se ha pasado a un abandono paulatino de las mismas. La tabla 4 recoge información comparativa sobre estos extremos. En ella observamos que si bien en la encuesta de Camarero y Ferrezuelo (1988) el 74,8% de los psicólogos españoles opinan que el psicólogo clínico desempeña - entre otras- funciones de tratamiento, mientras que el 67,2% incluyen las tareas diagnósticas y evaluativas, la proporción de tiempo estimada que los psicólogos españoles dedican actualmente al tratamiento es más de doble que el que dedican al diagnóstico (47) frente al 21%), al menos en lo que a los servicios clínicos públicos y concertados se refiere. Esto indicaría que se ha invertido la tendencia tradicional y que en la actualidad los psicólogos clínicos españoles hipertrofian sus actividades de tratamiento (también, aunque en menor medida, las de diagnóstico) en detrimento de otras actividades relevantes para su ejercicio, como la enseñanza, formación y supervisión, investigación, etc. Este énfasis en el tratamiento significativamente mayor que el que se aprecia en USA o Alemania, aunque es un resultado lógico del proceso de consolidación de la identidad profesional del psicólogo clínico en torno a su rol como «terapeuta», no es necesariamente deseable. De que el psicólogo clínico dedique mayores esfuerzos a la investigación, enseñanza de otros profesionales y no profesionales, administración y gestión de programas y servicios, promoción de la salud - mediante el trabajo coordinado- en y con los propios equipos de profesionales, etcétera, depende el mayor desarrollo y enriquecimiento futuro de su función profesional.

¿Con qué estatuto profesional cuentan los psicólogos clínicos españoles?

Se trata de una cuestión con breve y contundente respuesta. Los psicólogos españoles carecen -pese a habérselo otorgado a sí mismos hace años- de estatuto profesional debido a las reticencias políticas derivadas de la función que deben desempeñar los colectivos profesionales y a la tradicional dificultad para deslindar y reconocer competencias entre los profesionales de la salud. Tampoco la psicología ha sido reconocida explícitamente dentro de las profesiones sanitarias ni le han sido otorgadas las homologaciones adecuadas en cuanto a puestos de trabajo, niveles, salarios o funciones. Hay ciertamente excepciones, pero lo cierto es que a finales de 1988, aun existiendo marco legal para desarrollarlo, no se ha consolidado el pleno reconocimiento de la psicología, y en particular de la Psicología Clínica, como profesión y disciplina científica en los niveles de formación (véase, por ejemplo, la irregular situación que provocan los intentos -o logros- de creación de especialidades o master en Psicología Médica, a los que además no tienen acceso los propios psicólogos, tan sólo los médicos) o ejercicio (todavía se discuten cuestiones tales como si los psicólogos pueden desempeñar funciones de tratamiento, diagnóstico o dirección de servicios, entre otras). La plena incorporación a la Comunidad Europea -en el mítico 1992- con la libre circulación de profesionales nos va a colocar en una situación graciosa tanto dentro como fuera del Estado español. Convendría que nuestros esfuerzos se aunaran para resolver satisfactoriamente tan añejas y substantivas: poder ser legal estatutariamente lo que ya somos de hecho.

¿Qué conclusiones y predicciones podemos formular?

La Psicología Clínica tiene una progresiva y sólida implantación en España, proceso que se consolidará indudablemente en los próximos años. Las tendencias ya apuntadas confirman el ensanchamiento de sus competencias, su progresiva mayor implantación en el sector público y el mantenimiento del predominio del sector privado. Muchas de las reflexiones que puedo apuntar sobre el futuro de la Psicología Clínica no son válidas para España, sino que nos remiten a fenómenos que están teniendo lugar en todos los países desarrollados. Desde esta posición si mezclan las tendencias de cambio que vienen observándose desde hace tiempo en otros países y que en España no tienen todavía suficiente eco, como aquéllas en las que España ocupa un lugar pionero o al menos parejo al de otras comunidades. La posición de la Psicología Española en Europa está cobrando relevancia rápidamente y a nivel internacional nuestra óptica no es ya solamente la interamericana. Diez años más deben situarnos en el centro de todos los foros científicos y profesionales de la psicología en e mundo.

¿Qué predicciones cabe hacer para la Psicología Clínica en la década de los años noventa?

En su quehacer profesional el psicólogo clínico pasará a ser más un diseñador y gestor de las intervenciones sobre la salud, y específicamente sobre la salud mental, que un técnico que sólo se limite a intervenciones específicas. El mayor papel que los usuarios desempeñarán en el control de los servicios profesionales permitirá que el psicólogo clínico dé más cuenta de su labor en el contexto del modelo de salud al que sirva.

Los cuestionamientos teóricos y de escuela no ocuparán un lugar tan central como en el presente. Se tenderá a un modelo de multiintervención, en el que diferentes especialistas con modelos de trabajo más diferenciados y específicos coadyuvarán en su quehacer profesional. Las teorías, modelos y técnicas serán fuertemente confrontados con las exigencias de planes y servicios y ello permitirá depurar y diferenciar todos los acercamientos. No cabe esperar que unos modelos desplacen a otros, sino que cada cual desarrollará, modificará y enriquecerá sus premisas teóricas y metodológicas.

En el nivel de la formación, la mayor diferenciación y expansión de las competencias del psicólogo clínico permitirá que. los estudiantes hagan sus elecciones profesionales de forma mejor informada, más interesada y específica. Ello producirá un descenso paulatino del número de psicólogos que se interesarán por la clínica, lo que ya se observa en la actualidad. Probablemente, una proporción -que en el presente se sitúa en torno a 1/5- de los psicólogos clínicos reconvertirá su actividad hacia otras especializaciones profesionales de la psicología como la psicología del trabajo, la psicología social o la educativa.

En cuanto al movimiento asociativo y profesional, los psicólogos tenderán a encuadrarse en torno a organizaciones profesionales de carácter científico. Es probable que en España el Colegio Oficial de Psicólogos evolucione hacia divisiones o secciones científico-profesionales que cumplan tanto la función de responder a las necesidades organizativas y reguladoras de la profesión como a la promoción del intercambio científico y la investigación. Una cuestión conexa a este aspecto será la acreditación que deberán en el futuro tener los psicólogos clínicos para ejercer profesionalmente. Los sistemas de formación especializada tipo PIR u otros sistemas de especialización o exámenes de acreditación profesional llegarán a ser cuestión común, tanto por las exigencias legales futuras como por la experiencia ya habida en otros países.

Por último, cabe esperar más peso en el futuro de las tendencias e influencias marcadas por los organismos, asociaciones y corporaciones de la psicología de índole internacional a la hora de delimitar, promover y desarrollar a la psicología y al psicólogo clínico.

La confrontación de la Psicología Clínica con las exigencias de la sociedad tecnológica del año 2000 nos remite de nuevo a la cuestión del sujeto humano individual. La Psicología Clínica ya no va a considerar la individualidad como un hecho aislado y delimitable, mero objeto de estudio, sino que provocará un cuestionamiento de las exigencias alienadoras que la sociedad tecnológica moderna implica. El clínico no debe olvidar que trata del sujeto, un sujeto humano en la encrucijada de la biotecnología y el diseño social avanzado.

Material adicional / Suplementary material

Tabla 1. Orientaciones teóricas de los psicólogos en la práctica de la Psicología Clínica.

Tabla 1. Orientaciones teóricas de los psicólogos en la práctica de la Psicología Clínica.

Tabla 2.  Número de psicólogos clínicos que conducen tratamientos psicológicos.

Tabla 2. Número de psicólogos clínicos que conducen tratamientos psicológicos.

Tabla 3.  Lugares de trabajo de los psicólogos clínicos.

Tabla 3. Lugares de trabajo de los psicólogos clínicos.

Tabla 4.  Principales tareas de los psicólogos clínicos en los servicios públicos concertados.

Tabla 4. Principales tareas de los psicólogos clínicos en los servicios públicos concertados.

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