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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Última difusión: Enero 2024
  • Periodicidad: Enero - Mayo - Septiembre
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Papeles del Psicólogo, 1990. Vol. (43).




PSICOLOGÍA CLÍNICA: UNA FORMACIÓN PARA PSICÓLOGOS ESPECIALISTAS EN CUANTO PROFESIONALES DE LA SALUD

ALEJANDRO AVILA ESPADA

Universidad Complutense de Madrid

A medida que el horizonte académico y profesional de la Psicología se va despejando de incógnitas, consolidándose progresivamente la Psicología como saber y como ciencia (pretensión a veces debatida en cuanto que su objeto de estudio no queda todavía completamente delimitado), las polémicas que la arañan en su globalidad van quedando desplazadas a un mayor nivel de especificidad las de las disciplinas que la conforman en su vertiente aplicada. Cada vez es más frecuente encontrar importantes diferencias metodológicas entre las distintas áreas de aplicación. Como ejemplo tópico puede relatarse la diferenciación entre los métodos de la Psicología Clínica y los de la Psicología del Trabajo y de las organizaciones. Aunque una y otra puedan enriquecerse aprovechando conceptos y procedimientos surgidos de la otra, el cuerpo central de sus respectivos objetos de estudio y métodos se aleja progresivamente. La amplitud de esta diferenciación se produce con en el terreno de la formación que requieren los especialistas de cada disciplina aplicada.

Tradicionalmente se viene considerando que la formación en una disciplina aplicada tiene su eje en el «aprender haciendo»; así se generalizó desde la Edad Media en el que los oficios instrumentales se aprendían en el taller del maestro, recorriendo todos y cada uno de los lugares en los que la producción tenía lugar. De esta forma los procedimientos se adquirían por observación e imitación, para después, cuando ya se poseía una visión de las fases y tareas, recibir del maestro la transición de los saberes que sólo a él competían. La adquisición de la técnica primaba sobre el conocimiento de la teoría, teoría que con frecuencia no era conocida en su poder explicativo, sino sólo como conjunto de principios dogmáticos no susceptibles de discusión.

También en la Edad Media las universidades o academias comenzaron su andadura en el conocimiento, descubrimiento y transmisión del saber. Allí primaba el conocer, comprender y explicar sobre el hacer y con frecuencia despreciándolo. Durante bastante tiempo los saberes filosóficos y científicos quedaron alejados de los instrumentales. Pero los descubrimientos científicos que se suceden repetidamente desde el Renacimiento hasta la Revolución Industrial provocan el desarrollo de las tecnologías y las técnicas derivadas de ellas, conservándose -cada vez más como reliquia- los oficios, relegados progresivamente a un marco artesanal, símbolo de un pasado que se retiene como pintoresco.

La Psicología Clínica nació en la Psicología Experimental. Cuando Wirmer fundó en 1896 en la Universidad de Pensilvania la primera Clínica Psicológica su pretensión radicaba en aplicar ciertos instrumentos (los procedimientos psicofísicos traídos del laboratorio de Leipzig) para medir y explicar procesos del comportamiento anormal. Sus ayudantes y los estudiantes de la Universidad compartían con él las tareas clínicas. El sentido de «experimento» aplicado a la comprensión del caso individual regía el proceder de esta clínica pionera. A semejanza de ella en numerosas universidades se fueron abriendo clínicas-laboratorio, precedente necesario de lo que cinco décadas más tarde serían los Departamentos Universitarios que ofrecerían formación a nivel doctoral en Psicología Clínica. La conferencia de la APA en Boulder (1949) delineó un modelo científico profesional que serviría durante al menos tres décadas para guiar la formación de clínicos, orientados por el principio de conciliar la Psicología como ciencia con la prestación de servicios profesionales principalmente en el contexto de los servicios públicos. La perspectiva europea discurrió por caminos semejantes. Aunque en la conferencia de Vail se criticó la excesiva rigidez de la formulación Boulder, la estrecha relación entre ciencia y profesión ha sido siempre reconocida y eje de la formación de psicólogos clínicos.

La identidad de la Psicología Clínica se ha venido estructurando desde entonces sobre varias premisas, todas ellas constitutivas de si.

• La progresiva sustitución del rol de evaluador diagnosticador al servicio de prácticas médicas por el de especialista que desarrolla una intervención particular específica.

La principal especificidad del psicólogo clínico ha radicado en el ejercicio de la psicoterapia. Psicoterapia que se ha desarrollado y definido sobre bases psicológicas, y que ha procurado diferenciarse de aquellas en que el control médico ha sido requisito necesario (p.e., en el caso de los Estados Unidos de América la prohibición del ejercicio del psicoanálisis a los no médicos hasta fechas muy recientes ha promovido entre los psicólogos un desinterés progresivo hacia el psicoanálisis en beneficio de otras formas de psicoterapia).

• El importante desarrollo de teorías psicológicas que dan soporte a la práctica de la Psicología en el contexto clínico. Así la evolución del psicoanálisis hacia el desarrollo de aplicaciones clínicas ha dado sustento a numerosos y fundamentales procedimientos de psicoterapia breve, valoración clínica o intervención en grupos. Los desarrollos de la terapia de conducta han incluido nuevas actuaciones en el campo comunitario y de la Psicología de la salud. La Psicología de los procesos ha impulsado el desarrollo de una floreciente clínica cognitiva, y a partir de las teorías de la comunicación y de sistemas se está generando un conjunto de actuaciones sistémicas en el campo de la intervención familiar e individual.

• La transformación del modelo de salud en sus vertientes de promoción, prevención y atención de la salud implica cambios relevantes en los roles de los profesionales de la salud. Esta transformación afecta directamente al psicólogo clínico que diversifica y multiplica sus funciones: de ser principalmente diagnosticador o terapeuta ha pasado. a ser gestor, formador, evacuador o planificador -entre otros papeles-, además de terapeuta.

• La Psicología Clínica tiene un carácter interdisciplinar por naturaleza, en cuanto que es principalmente una oferta de modelos y actuaciones que desde la Psicología se lleva a cabo en el contexto clínico integrado pro las distintas profesiones sanitarias. Será cometido del psicólogo clínico todas las actuaciones que desde la Psicología se desarrollen para dar respuesta a las necesidades de salud en el contexto de los servicios de salud.

Estos rasgos de identidad hemos de tenerlos en cuenta para sentar las bases de al formación de sus profesionales. La formación en Psicología clínica queda así mucho más cerca del modelo académico que del artesanal; la Psicología Clínica es quizás la disciplina aplicada de la Psicología en la que la teoría ocupa un lugar más relevante: la teoría como marco para el desarrollo de la técnica, la elección de la intervención y el señalamiento de criterios para la valoración de intervenciones. En el caso español, la formación de psicólogos clínicos se debate actualmente entre varias opciones:

a) La formación de especialistas en el contexto universitario bajo la figura de títulos de especialidad de tercer ciclo, masters o programas de doctorado.

b) La formación de psicólogos clínicos en programas de psicólogos internos residentes desarrollados en la red sanitaria pública.

c) La formación de especialistas a cargo de instituciones privadas, sin que tal formación genere acreditación reconocida oficialmente.

Estas opciones se han presentado frecuentemente como alternativas o excluyentes, bien otorgándoles un rango jerárquico de primacía o mayor oficialidad, o haciéndolas sinónimo de modelos político-científicos acerca de la salud. Esta controversia corre el riesgo de confundirnos en una falaz mezcla de cuestiones de naturaleza distinta. Examinemos algunas de ellas.

Le compete a la universidad la formación de científicos y profesionales. Para poder cumplir su objetivo ha de contar con los recursos necesarios, humanos y materiales. Las facultades -secciones o departamentos- de Psicología han carecido -y carecen- tradicionalmente de los medios para ofrecer a sus alumnos -de pre y posgrado- una formación integral que abarque tanto los aspectos teóricos como los prácticos. A diferencia de las facultades de medicina que han contado con hospitales clínicos, nada semejantes se han dado en Psicología. Conforme las facultades se han ido dotando de recursos se han creado laboratorios (algunos modélicos), pero que si bien eran contexto idóneo para la investigación básica, no había lugar para una docencia práctica sobre intervenciones reales, ni siquiera para la investigación aplicada ligada a las exigencias de la intervención. El espacio natural para dar respuesta a estas carencias lo han venido constituyendo ciertas soluciones parciales entre ellas:

1. El desarrollo de una política de conciertos con los diferentes servicios de salud. En el contexto de estos se han efectuado acciones del tipo de: a) investigaciones conjuntas; b) prestación de servicios; c) prácticas de alumnos de pregrado; d) docencia teórica y práctica para alumnos de posgrado.

2. Paralelo o previo al desarrollo de una política de conciertos, algunos profesores o grupos de investigación han desarrollado programas de intervención en servicios clínicos diversos, algunos como programas de colaboración estable.

3. Creación de modestas unidades clínicas en los propios departamentos (bien abiertas al público en general o a la propia comunidad universitaria) destinados a la atención clínica o al asesoramiento para problemas específicos. Estas unidades se han venido sosteniendo por la voluntad personal de algunos profesores, generalmente sin apoyo o reconocimiento alguno.

La enumeración de situaciones diferentes no pretende ser exhaustiva, pero sí refleja la dialéctica de una situación carencial en constante flujo hacia la provisión de alternativas.

Desde esta realidad las instancias universitarias tienen una situación de dificultad objetiva para ofrecer por si mismas programas de formación especializada. Por ello, salvo en algunas materias en que el contacto con la práctica externa es menos relevante. Los programas de formación especializada han de llevarse de forma coordinada -y deseablemente de forma corresponsable- con instituciones sanitarias de la red pública. Esta es, debe ser y será la tendencia natural en la evolución de la progresiva asunción de las competencias formadoras de especialistas por los departamentos universitarios de Psicología.

Mientras los departamentos universitarios han ido desarrollando progresivamente sus competencias, los psicólogos que desarrollan su labor en los diferentes niveles de la red pública asistencias y centros de salud comunitaria; los responsables de estos servicios; los colegios profesionales de psicólogos, así como las instancias políticas responsables de la Sanidad, han estructurado una oferta de formación especializada denominada Sistema PIR (psicólogos internos residentes) como una especialidad sanitaria más, con reconocimiento a nivel nacional, como titulación de especialidad sanitaria, cuya aprobación y promulgación está pendiente de la necesaria decisión política.

El PIR viene precedido de la implantación de fórmulas homólogas, desarrolladas bajo el amparo de las competencias autonómicas en materia de sanidad y educación (Asturias, Andalucía, Navarra, Galicia, y otras más en breve plazo). Aunque reciban la misma -o muy semejante- denominación que el futuro PIR, no tienen la misma entidad legal, ya que no se otorga una titulación de especialidad oficial, además de otras diferencias programáticas. Son, sin embargo, estos PIR los mentores de la futura especialidad sanitaria.

El Sistema PIR (véase el «Documento Base para la Formación Postgraduada de Psicólogos en Psicología Clínica a través de un Sistema PIR», elaborado por el COP) se caracteriza por tratarse de una formación en régimen de psicólogos residentes, que durante un período de hasta cuadro años rotan por circuitos asistenciales acreditados, adquiriendo en ellos la formación teórica y práctica necesaria para el ejercicio de la especialidad. Durante este período su formación estará planificada por una comisión de docencia, y su labor asesorada y supervisada por tutores psicólogos de los centros y servicios en los que realicen las rotaciones. En la formación teórica se incluyen clases y seminarios y el Desarrollo de un proyecto de investigación. La responsabilidad de la formación (teórica y práctica) le corresponde a la Comisión Nacional de la Especialidad y a las Comisiones de Docencia. En ellas se integrarán representantes de los departamentos universitarios de las áreas de conocimiento vinculadas con la Psicología Clínica como especialidad (principalmente del área de personalidad, evaluación y tratamiento psicológico), junto con representantes de los colectivos profesionales y científicos de la Psicología y demás componentes. El necesario nivel teórico y el contacto con la investigación quedará garantizado por los departamentos universitarios que concertarán con las instituciones sanitarias y los circuitos asistenciales de rotación, planes de cooperación que posibiliten programas docentes y de investigación conjuntos.

Si el Sistema PIR se promulga y responde a las expectativas en él puestas: ¿debería ser la única formación especializada en Psicología Clínica? Difícilmente la formación PIR puede dar respuesta a todas las demandas y necesidades de la sociedad. En primer lugar, el número de psicólogos/as que podrán acceder a este sistema de formación será muy reducido, muy inferior no sólo a la demanda de especialización, sino también inferior a las necesidades sociales. Pero no es sólo cuestión de ratios oferta/demanda. Los circuitos asistenciales acreditados formarán especialistas principalmente para cubrir las necesidades de la red pública, mientras que el ámbito de la intervención e investigación en Psicología Clínica es mucho más amplio que aquello que la red pública pueda y quiera cubrir. Y por citar sólo un ejemplo, hoy por hoy en España la inmensa mayoría de los tratamientos individuales quedan fuera del alcance de la política pública de salud mental.

Ante esta realidad conviene recordar que son al menos tres los espacios naturales de la formación en Psicología Clínica: departamentos universitarios; red pública asistencial; instituciones privadas. También las instituciones privadas tienen su lugar, principalmente si tenemos en cuenta que Información -hasta en su más alto nivel- no es competencia exclusiva de nadie. El Estado reserva para sí el reconocimiento oficial de títulos, pero es la sociedad la que otorga valor de. hecho a la formación, fenómeno que se acentuará más profundamente en el mercado único que afrontaremos en 1993.

Estamos, pues, ante una situación en la que el hallazgo de puntos de consenso que permitan lograr algunas reivindicaciones básicas es tarea prioritaria de todos los psicólogos, académicos y profesionales. Entre los que considero más urgentes e importantes están los siguientes:

• El reconocimiento de la Psicología como profesión sanitaria.

• La promulgación del PIR, sistema idóneo para la formación de especialistas dentro de la red pública.

• Los títulos de especialidad (Psicología Clínica, entre otros) de tercer ciclo, garantía de una oferta más diversificada que intente cubrir el conjunto de las necesidades sociales.

• La plena homologación de derecho de los psicólogos especialistas con los restantes especialistas de la salud.

Sobre estos pilares podremos consolidar en España la construcción de una PSICOLOGIA CLINICA desarrollada por PSICOLOGOS ESPECIALISTAS en cuanto PROFESIONALES DE LA SALUD.

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