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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Última difusión: Enero 2024
  • Periodicidad: Enero - Mayo - Septiembre
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  • ISSN Electrónico: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 1996. Vol. (64).




INFORMACION PSICOLÓGICA: ¿CÓMO Y CUANTA?

Helio Carpintero

Universidad Complutense

La explosión de la psicología, ocurrida en este siglo, es un hecho tremendo con el que tiene que contar hoy cualquier investigador que se acerque a ella. No hablo ahora de la variedad de teorías y escuelas. Me refiero, sobre todo, a la explosión de su realidad social, a la multiplicación de estudios, investigaciones, técnicas, procedimientos, recursos, instrumentos, tests, cuestionarios, y al consiguiente incremento del número de informes, artículos, revistas, publicaciones, folletos, capaces de desbordar cualquier biblioteca.

Los expertos calculan hoy la existencia de unas 4000 revistas de psicología, lo que significaría más de 100.000 artículos por año. Estar al día de ese material, de modo completo y pormenorizado, supondría, junto a un don universal de lenguas, la lectura de unos 300 artículos diarios, más de diez por hora sin comer ni dormir ni holgar... Hace ya muchos años, Broadhurst calculó que, para sus intereses especializados en temas de clínica y herencia, hubiera debido seguir de cerca unas 450 revistas, cosa claramente imposible (Broadhurst, 1964). Literalmente, hoy ya nadie sabe lo que se sabe en psicología. Y esto es así porque, junto a un tronco amplísimo de conocimientos, de incalculable variedad y pluralismo, que circula por el cauce de las revistas y publicaciones en inglés, hay todavía una importante fracción de trabajos que se difunden en las otras grandes lenguas de cultura de occidente - alemán, español, francés, y las demás -, a lo que aún se han de sumar los logros de las diversas tradiciones nacionales, incluidas las grandes comunidades asiáticas e islámicas. Notemos, de paso, que en psicología hay, junto a una cierta dosis de "ciencia internacional", un considerable volumen de las tradiciones nacionales, que tienen un valor indiscutible, porque reflejan aquellas diferencias individuales y sociales que son relevantes para la comprensión de la mentalidad de sus miembros.

La literatura científica, que en el caso de la psicología tanto ha crecido, refleja y da existencia a los logros y realizaciones de nuestra ciencia. El gran teórico sobre la ciencia Derek Price decía que la publicación es el momento terminal del proceso investigador. Sin publicación, lo actuado queda inacabado, o más bien abortado, sin llegar a ser.

Tras ver la luz en alguno de los cauces de comunicación admitidos, lo nuevo se añade, en mayor o menor grado, a lo ya sabido, se valoran sus aportaciones, se extraen consecuencias, se toma como punto de partida de otras exploraciones, se cuenta con ello. La publicación se convierte en documentación. Y comienza un nuevo ciclo, cuando se lo toma como base para la búsqueda de soluciones a nuevos problemas aún pendientes.

El manejo de documentación ejemplifica de modo máximo el sentido y valor de la tradición en la ciencia. Al documentarse para su propio trabajo, un investigador hace acopio de elementos que otros le han dejado a la mano, le han entregado (traditum); al tomarlos se inserta en una cierta "tradición". Y ésta es una operación sobre la que se reflexiona poco, y tiene sin embargo una esencial dimensión moral.

Nuestro tiempo está encontrando nuevos problemas con el uso de la documentación. Esta ha crecido con tan enorme rapidez, que ha sido preciso desarrollar técnicas para su manejo, hoy empleadas con eficacia por los documentalistas. Se han creado bancos de datos, programas informáticos de análisis de contenidos, sistemas de clasificación, almacenamiento y recuperación de datos, y redes informáticas de difusión. Numerosas dificultades antes casi insuperables en su manejo han dejado de serlo. En general, los problemas técnicos son, antes o después, solubles. Pero hay nuevas cuestiones sobre las que convendría estar alerta.

Sobre el buen uso de la poca informacion

La información en torno a una cuestión representa una suma de elementos y datos simbólicos, representaciones, cogniciones, que hacen posible a un sujeto eliminar incertidumbres, ambigüedades, y así construir una interpretación coherente y abarcadora de la situación. De este modo, la información permite a quien la posee tomar una decisión ajustada a los datos y resolver una situación.

A la hora presente, se puede reunir una masa de datos casi inacabable sobre cualquier problema. Todo es cuestión de tiempo y de dinero, o al menos, uno propendería a pensar que con ambas cosas en abundancia, se podría disponer de semejante tesoro documental. Pero, con ello, se propende a perder de vista la necesidad de que la documentación sirva al problema de que partimos.

En tareas de conocimiento, la formulación del problema es el factor que tiene la última palabra. La pregunta que el investigador se hace condiciona el tipo de respuestas a que se puede llegar, dado que éstas han de ser homogéneas con aquella. La pregunta entraña, por cierto, una idea del tipo de respuesta que se puede lograr. Una pregunta mal hecha conduce a falsas respuestas. Todo esto requiere pensar en el problema antes de elegir los datos que se vayan a pedir. Se ha contado que el gran filósofo Kant solía llevar preparadas por escrito cuestiones y preguntas cuando iba a cenar con amigos; sin duda esas preguntas e hipótesis permitían organizar la conversación y obtener de ella frutos inmediatos para el conocimiento que un diálogo desordenado no hubiera hecho posible.

Un primer problema, nacido de la abundancia de documentación es que con frecuencia se tiende a acumular datos antes de formular siquiera una provisional hipótesis, esperando que venga la luz de la mera acumulación. En muchos casos, se termina por cambiar la explicación de hechos por una mera descripción de datos. Ello representa un gravísimo deterioro de la construcción intelectual así levantada. Es la nueva versión de la disputa que cundió a principios de siglo, entre ciencia y erudición. La acumulación de datos, el saber fáctico, en una palabra, no contiene verdadera comprensión del problema, porque se limita a establecer la variedad de lo existente, sin poder dar de ello una justificación causal que permita intervenir, favoreciendo o impidiendo su reaparición, es decir, sin proporcionar predicción ni control.

La documentación, en suma, ha de ser siempre "para" una hipótesis con la que abordar un problema, y ha de ser selectivamente buscada en función de los datos de éste. Para que algo puede llegar a aparecer como respuesta o solución previamente hay que tener conciencia de lo que se busca. Y hay que saber dónde se sitúa la pregunta propia, dentro del mapa de conocimientos que constituyen el contexto. Esto nos lleva a la siguiente cuestión.

Toda investigación ha de procurar hallarse a la altura del tiempo. No puede ser, ya desde su concepción, una tarea anacrónica. Quiere esto decir que hay que saber por dónde anda la línea del frente investigador, para situar ahí precisamente los esfuerzos. Se ha de disponer para ello de un cierto mapa del entorno cognitivo del problema. Un mapa que permita estar situados, sin que ello entrañe que ya se hayan realizado viajes previos.

Hay varios modos de conseguir semejante mapa. Uno, tratar de delinear, siquiera sea en esquema, los antecedentes del problema, es decir, su historia y los jalones más relevantes por los que se ha llegado al presente. La historia no tiene por qué remontarse a Adán, ni tan siquiera a Wundt. Pero tampoco puede ser unilateral, de modo que deje a conciencia en la sombra dimensiones esenciales del tema. Ha de ser una historia de la cuestión, no simplemente de las respuestas dadas. La diferencia es clara: en el primer caso, también se tienen en cuenta los puntos oscuros, las posibilidades no exploradas, las limitaciones o posibles sesgos de cada investigación; en el segundo, sólo se tiene ojos para las afirmaciones hechas, para los logros reunidos, con olvido de todo aquello sobre lo que no se dice nada, y que sin embargo aparece a los ojos del investigador que inicia su abordaje precisamente porque ve las limitaciones de lo hecho hasta el momento. Ha de ser una historia construida funcionalmente desde la pregunta inicial, es decir, desde una activa búsqueda de conocimiento, no desde una pasiva recepción de la tradición.

Hay otro interesante camino para obtener una rápida orientacion en un campo dado. Lo hace posible el análisis de la documentación especializada mediante técnicas bibliométricas hoy ya consolidadas, que resultan habituales para muchos de los investigadores que se mueven en los más variados campos del saber. No voy a entrar en su descripción. Baste con recordar que, forzados a manejar grandes volúmenes de documentación bibliográfica, los documentalistas han diseñado técnicas que permiten su tratamiento computarizado, y que éste abre múltiples posibilidades para delinear el campo cognitivo que dibuja la documentación. El mundo de la investigación, como el de la cultura o el de la política, no es un caos informe sino una realidad estructurada y con figura. Los estudios y análisis de contenido temático informan sobre los temas dominantes que son estudiados de modo preferente en un cierto momento; los análisis de las citas que se hacen de los trabajos de otros autores aclaran en gran medida el mayor o menor impacto de éstos, y permiten sumariamente determinar los autores, grupos y obras que absorben la atención de los demás investigadores y por ello, se convierten en jalones de orientación para quien aspira a tener el mapa del "estado de la cuestión". Ya sólo saber de qué se trata en un campo científico y cuáles son sus autores de referencia obligada en un momento dado bastaría para tener un esquema orientativo, tal vez un tosco "mapa de la Isla del Tesoro" con que empezar a trabajar.

El investigador de hoy, por tanto, tiene que estar formado en las particulares técnicas de estudio de su campo, y en las más generales de la búsqueda, uso y explotación razonada de las fuentes de documentación.

Y aquí surge un tercer tipo de problema.

Compendios y sesgos

Hoy se suele disponer de una gran cantidad de documentación, fundamentalmente bajo la forma de resúmenes, síntesis o compendios, de trabajos antecedentes. Equivalen, aproximadamente, a los elementos informativos que un buen mapa ofrece sobre una zona de la tierra - tal vez su marco geológico, sus curvas de nivel, sus líneas de presión, temperatura, incluso su pertenencia a zonas políticas o culturales definidas... datos todos ellos representativos, que no pueden suplir el contacto real cuando el investigador trata de situar en ese terreno su objetivo de estudio. Estamos amenazados, en muchos casos, de un uso externo, periférico, manipulador de la documentación, que toma ésta como materia última de estudio, en lugar de verla como representación simbólica de los trabajos y productos intelectuales que en ella se sintetiza y compendia. El manejo de resúmenes y abstracts orienta sobre el terreno que pisamos, pero no es ni puede ser el suelo sobre el que finalmente se levanten las nuevas construcciones. El mapa postula la visita al paraje representada; el conjunto de abreviaturas documentales postula, por su parte, la aproximación a los documentos originales que se han mostrado como significativos. La palabra 'teoría' significa, etimológicamente, contemplación; ésta supone presencia, inmediatez de lo contemplado. Cómo sea esto posible, nos lo van aclarando los documentalistas. Hoy vamos llegando crecientemente a los documentos originales a través de las nuevas pistas de la información, gracias a la internacionalización de las redes de comunicación, la multiplicación de bancos de datos, y la flexible interacción entre el investigador y sus fuentes. Surge entonces un problema esencial añadido: la parcialidad de nuestras fuentes.

Nuestra documentación básica es primariamente anglosajona. El medio habitual de donde hasta hace poco se extraía, y en gran medida aún se sigue haciendo, es el Psychological Abstracts, publicación con la que todo psicólogo está hoy familiarizado. Esta impresionante publicación de resúmenes de trabajos, de aparición mensual, fundada en 1927, contiene actualmente en torno a 35.000 items anuales (Rosenzweig,1992). Se trata de extractos referidos a materiales aparecidos sólamente en lengua inglesa. Desde 1988, esta publicación no incluye referencias a publicaciones en otras lenguas que no sean el inglés. Cierto que recoge algunas de éstas en su base computarizada, PsycInfo, vertida en CD-Rom (PsycLit). Pero nótese que entre 1988 y 1990, los abstracts de literatura no inglesa alcanzaban a representar menos de un 15 % del total de items incluidos (Brozek & Siegler, 1991). Nos movemos, pues, dentro de un círculo cultural bien definido, del que están en principio excluidos amplios sectores de los cinco continentes. Lo que no se publica en inglés, está hoy forzado a situarse en una pura posición periférica. Los prestigios, las influencias, que derivan del mayor o menor impacto obtenido por los trabajos realizados dentro de la comunidad científica, aparecen igualmente sesgados.

Este es un problema ante el que no cabe cruzarse de brazos. El fin de un investigador es contribuir con su obra al cambio de la imagen científica dominante en su campo de especialidad, haciendo avanzar el conocimiento. Ello exige que se dé a su obra adecuada difusión. Ha habido intentos, como el Spanish-Language Psychology que circuló entre 1981 y 1983, que aspiraba a introducir en el mercado anglosajón una representación amplia de los resultados de la investigación en los países hispanohablantes. La cosa no resultó. Un esfuerzo en otra dirección es el recientemente inaugurado European Psychologist (1996), que busca crear un lugar de encuentro en inglés para que en él resuenen los trabajos de los grupos europeos. En todo caso, es preciso tener presente que la actual situación, con sus sesgos y desequilibrios regionales tan profundos, afecta hondamente al presente y al futuro de la psicología como ciencia, privándola de potencialidades, lo que supone una pérdida que es difícil de evaluar.

Hacer frente a todos estos problemas no es labor de un día, ni de un individuo. Las sociedades científicas, los grupos profesionales, los colectivos de usuarios, los departamentos universitarios, la administración, tienen que colaborar en su solución.

El mundo de la ciencia, como se ve tiene pendiente cuestiones que exceden con mucho la mera técnica de la documentación, que se levantan a los más graves niveles de planificación de una política científica y de diseño de programas investigadores.

La reflexión sobre estas cuestiones, hoy abierta por esta revista, debe implicar a fondo a cuantos se interesan por el destino de la psicología en nuestro tiempo.

Referencias

Broadhurst, P.L. (1964) Swimming against the flood of literature, Bull. Brit.Psychol. Soc.. 17(56): 1-7.

Brozek, J. y Siegler, S.L. (1991) History of international psychology revisited: Abstracting nonEnglish periodical literature in the USA, Perceptual and Motor Skills, 72. 1064-6.

Carpintero H. y Peiró, J.M. (1981) Psicología contemporánea. Teoría y métodos cuantitativos para el estudio de su literatura científica, Valencia, Alfaplús.

Rosenzweig, M.A. (1992) Resources for psychological science around the world, en Rosenzweig, MA, ed., International psychological science. Progress. problems and prospects, Washington, Amer. Psychol. Assoc., 17-74

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