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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
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Papeles del Psicólogo, 1996. Vol. (64).




LA ENCUESTA: UN INSTRUMENTO LIMITADO

Fidel Cordero y Celia Arroyo

Psicólogos, Técnicos de Investigación de Mercados y Opinión.

Era el tema obligado. El día después, cuando volvimos a reunirnos con el grupo de técnicos del instituto de investigación de mercados con el que habitualmente colaboramos. Había tertulia delante de un cocido. Había tertulia psicosociológica delante de un cocido. Había la bofetada de Gil y la liga. La Bofetada de más impacto sociopolítico desde aquélla a Calomarde -manos blancas no ofenden, señora-, porque parecía habérsela dado a todos los que comparten el pensamiento político oficial. Eso, aquí, en la España civilizada y democrática, no podía pasar. Sencillamente, no existía, porque no podía existir: tenía que ser la obra de un bárbaro de costumbres tercermundistas. A nosotros, tan europeos, la bofetada de Gil... Pero había pasado, y la descalificación del autor no lo hacía una excepción. Había pasado.

Había, también, en aquella tertulia, la curiosidad de los videos electorales.

Pero lo importante era lo otro, lo nuestro: el fracaso de las encuestas, de nuestros métodos. Era fácil pensar en errores de aplicación, más o menos casuales o más o menos malintencionados.

Era fácil también pensar en errores de interpretación, más o menos casuales o más o menos malintencionados. O en el uso de las encuestas como arma política. Era evidente. Pero era igualmente evidente que el exagerado fracaso atribuido a las encuestas era también una manipulación política. De nuevo, como con la bofetada de Gil, se trataba de hacer que la realidad no existiera: la realidad de la derrota del PSOE en las últimas elecciones. Y la encuesta, el instrumento que la había vaticinado, tenía que ser un error. Se había equivocado puesto que la derrota no había existido. Porque no podía existir. Parménides y los déspotas ilustrados aplaudían desde sus tumbas, entusiastas: la Razón no podía equivocarse, los datos -las encuestas- sí. Y el intento de conciliarlos, de aplicar la razón sobre la realidad, había fracasado. La ciencia social -aberrante intento de maridar razón y realidad- había fracasado. El método de investigación social por excelencia, la encuesta, fallaba.

Era fácil, como investigadores cualitativos, echarles las culpas a ellos, a los cuantificadores, a los ilusos. Desde el análisis del discurso esto no habría pasado.

El análisis del discurso no trata de distribuir a los encuestados en categorías prefijadas (Razón/encuesta) sino de comprender los procesos dinámicos que las constituyen y, al tiempo, las descomponen (Revolución/grupo de discusión). Con él se habría detectado el voto oculto: la vergüenza de ser, de hablar, de los votantes del PSOE, de antemano condenados a no existir. Por sus pecados...

También a estos votantes les había condenado a no existir la razón, pero otra: la razón jurídica, la razón moral, la razón de estado, administrada -claro está- por ciertos líderes de opinión.

Pero, por una vez, nuestro refugio pedante de científicos sociales, nuestra palabrería amante de las paradojas, nos dejaba pensar claro, pensar más allá de lo aparente. Pensar despacio y bien, disecando paso a paso los hechos. La bofetada de Gil existía. El voto al PSOE existía antes, durante y después, sin duda, de su negación: antes, avergonzado, no se había manifestado como opinión; durante, se había ocultado a las encuestas superficiales; pero, después, había aparecido en las urnas, aunque aún entonces la vergüenza lo hiciera invisible para los sondeos en las mismas puertas de los colegios electorales.

Y las encuestas, con sus limitaciones, con su necesidad de un análisis cualitativo complementario para ver esas otras realidades, quizá no se habían equivocado tanto. Para quien quisiera leerlas, verlas como lo que son: entre otras cosas, un elemento más que manejan los medios de comunicación social, en su re-construcción constante de la realidad. Un automóvil no se acerca a la velocidad de la luz. Pero se mueve. Los antibióticos no nos hacen inmortales. Pero evitan que se nos infecten los sabañones. La encuesta no es la verdad absoluta, la infalibilidad papal.

La encuesta son las encuestas: las diferentes encuestas que se habían hecho según las diferentes formas de ver la realidad y de presentárnoslas: el doberman o la España en positivo de las faldas airosas y los besos en la yerba.

Los automóviles mejorarán, los antibióticos mejorarán. Y la aplicación de la ciencia social llamada encuesta, mejorará. Puede que hoy sea un automóvil con las ruedas cuadradas. Seguro que la integración del enfoque cualitativo, que no debe hacer sino poner un punto crítico, cuestionar, dudar hasta de la propia duda, ayudará a redondear sus ruedas. Sobre todo, llamará la atención sobre la necesidad de elaborar e informar los datos (porcentajes, en este caso), evitando que al ser lanzados en "crudo" a los medios de comunicación, éstos los devoren -llevados de su ansiedad informativa- y se les indigesten.

La encuesta es un instrumento limitado, en manos de los creadores de realidad social, que asusta y hace salir de sus madrigueras al voto oculto. No está fuera de la realidad que mide. Forma parte de ella y la afecta. De hecho, ésta es la razón por la que la normativa legal marca periodos de carencia informativa sobre los sondeos electorales y sobre los propios escrutinios hasta el cierre de los colegios electorales de todo el territorio, previniendo que puedan influir en las tendencias de voto.

Y ahora hemos tenido el mejor ejemplo de este efecto reflexivo: la difusión de los datos de los sondeos aglutinó a los partidarios de la "nueva mayoría" pero también a los alarmados de la "nueva oposición". Y esta capacidad de la encuesta de afectar a la misma realidad que intenta medir, en este caso, dando pábulo al miedo, reorientó también el voto de la izquierda real, siempre temerosa de estar en las nubes, de soñar instalada en la utopía, atrayéndola a la claudicación del voto útil.

Maquiavelo ha ganado la partida de la modernidad. Por supuesto. Pero eso es otro problema, de índole ética; y un modesto instrumento no tiene la culpa. Un modesto instrumento, la encuesta, sólo tiene la culpa de pecar de inmodestia. De pretender, en su visión estática, aprehender procesos dinámicos, procesos en los que ella misma es una pieza más. Como nos demostraron luego los resultados, es culpable de pretender, en su visión más o menos superficial -según el talento de sus diseñadores-, llegar hasta el fondo. De pretender, como aquél que quería alzarse por los aires tirando de los cordones de sus zapatos, predecir lo que en buena medida dependía de su propia predicción. Y no advertirlo.

De ahí el error, y de ahí, cuando menos, la necesidad del "cualitativo": una lección de humildad, de crítica. Deciros, encuestadores; decirte, encuesta, con toda tu fiabilidad estadística: Ojo, hay más. Hay más debajo, en movimiento, tú misma vas también a removerlo. Eres un instrumento limitado.

Fidel Cordero y Celia Arroyo

Psicólogos, Técnicos de Investigación de Mercados y Opinión.

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