Papeles del Psicólogo, 1996. Vol. (65).

Colegio Oficial de Psicólogos.

Psicólogo Clínico y Profesor titular de Psicobiología de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.

La iniciativa de organizar un grupo de psicólogos voluntarios desde Madrid surge de la directora de la Revista Tiempo Libre, quien hace un llamamiento a través de los medios de comunicación y pone un autobús gratuito par el desplazamiento. Salimos de Madrid 19 psicólogos y una psiquiatra.

Al llegar tuvimos una reunión con el equipo de psicólogos que ya había estado atendiendo a los familiares que iban llegando y nos incluimos en el protocolo de trabajo que tenían y que consistía primero en acogerlas, luego se les acompañaban a ver unas listas donde figuraban los nombres de los muertos y de los desaparecidos. Cuando la persona buscada aparecía como muerto, se acompañaba a la familia a ver la foto para su identificacón.Así empezaba la fase de enfrentarse al cuerpo de la persona muerta.A la salida se producía generalmente la reacción más emocional.

Cada psicólogo atendía a un grupo familiar o a un particular, y, en general siempre con el mismo.Yo atendí a cuatro familias, pero especialmente a una que, de ocho integrantes, murieron seis.

Al trasladarse los cadáveres al Palacio de Hielo de Jaca hicimos un diseño para entrar al reconocimiento por un lugar del Palacio y salir por otro para que no coincidiesen personas que iban al reconocimiento con los que ya salían del mismo, eso supuso que se abriera una puerta que no se había abierto nunca. En algunos casos los familiares pedían que los acompañaran los psicólogos y siempre les esperábamos a la salida. Allí había una sala de atención médica y una sala de atención psicológica, donde la familia podía expresar sus sentimientos con la escucha comprensiva del profesional.

Al final había psicólogos en tres sitios: yo estaba en el Palacio de Hielo, otros en el Hospital y otros en el Palacio de Congresos, donde se centralizó la organización.

En algunos casos, pocos la verdad, decían que nos agradecían nuestro apoyo pero que preferían estar solos. La mayoría, al despedirse, nos mostraban su gratitud por nuestro apoyo.

En general había un sentimiento de duelo que, al ser compartido, era más fácil.No hubo escenas de llanto desbordante ni individual ni colectivo. Se evitó el posible "efecto dominó".

Los familiares con personas desaparecidas, y sobretodo las personas que sobrevivieron pero que habían perdido familiares en la tragedia.

Algunos organizadores estaban "asombrados" de que no se hubieran producido escenas de "histeria" colectiva, y sin duda buena parte de la responsabilidad nos la atribuían a los psicólogos.

Nos hacían incluso preguntas sobre cómo colocar el cadáver para que su reconocimiento por parte de los fimiliares fuera lo menos "traumático" posible.

Ha sido una experiencia vital inolvidable a nivel profesional y humano, tremenda en el sentido positivo también.No es lo mismo teorizar sobre la asistencia en catástrofes que vivirlo. Igual que se da asistencia material, la asistencia psicológica en los momentos posteriores, yo lo considero esencial. Sería interesante que en catástrofes de este tipo hubiera equipos de psicólogos para la intervención.