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PAPELES DEL PSICÓLOGO
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Papeles del Psicólogo, 1997. Vol. (68).




MULTIPLICIDAD TEMÁTICA EN LA COMPRENSIÓN PSICOLÓGICA DE LOS DESASTRES

Beatriz Cortés, Juan Ignacio Aragonés.

Centro Universitario de Talavera de la Reina Universidad de Castilla la Mancha y Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, respectivamente.

El articulo ofrece una revisión de la literatura psicológica relacionada con la investigación en los desastres, poniendo en evidencia la falta de un marco integrador de los diferentes hallazgos, pudiéndose hablar de una multiplicidad temática. Entre los campos que se abordan se hace una referencia a las experiencias traumáticas del desastre, destacando las aportaciones desde ámbitos tan diferentes como el psicoanálisis, la dinámica de grupo, la intervención comunitaria. En segundo término, se presenta un modelo que relaciona el estrés psicológico y el conflicto decisional y se hace una breve presentación del papel de la psicología social en el estudio de la toma de decisiones en las situaciones de emergencia. Finalmente, se dedica un apartado al "error humano" debatiéndose en qué medida este concepto es insuficente para abarcar la diversidad de factores humanos implicados en los accidentes mayores.

The paper offers a review of the psychological literature related to the disaster research, revealing the lack of an integrative framework of the different findings, being possible to talk about a thematic multiplicity in the area.

Firstly, the research on traumatic experience of a disaster is presented, from such different approaches as psychoanalysis, group dynamics and community intervention. Secondly, a model that relates the psychological stress to the decision making process is presented, after which there is some comments on the role of the social psychology on the study of the decision making process in emergencies situations. Finally, we discuss the "human error" concept and to what extent it is enough to explain the diversity of human factors involved in a mayor accident.

Las primeras imágenes que emergen de una revisión de la literatura psicológica relacionada con la investigación social de desastres son las de discontinuidad y ausencia de teorías o modelos unificadores. Por ello se propone, en el presente artículo, una organización de la misma por núcleos temáticos que, en ocasiones, configuran subdisciplinas; pero frente a los cuales, en otros momentos, es difícil definir nítidamente sus límites

El tipo de organización escogido lleva aparejado ciertos desplazamientos con respecto al eje temporal de las contribuciones. Este efecto "no intencionado" puede provocar -al menos por momentos-, la sensación de desorden en la exposición; pero debe tenerse presente que la Psicología no cuenta con esfuerzos de codificación de los resultados de investigación tan sofisticados como los que ha producido la Sociología, en sus casi cincuenta años de profesionalización en el estudio de desastres. (Drabek, 1986; Dynes, De Marchi & Pelanda, 1987; Dynes & Tierney, 1994; Quarantelli, 1978)

Comentadas pues las limitaciones de esta revisión, corresponde anticipar los ejes escogidos para su estructuración. Ellos son tres: a) Repercusiones psicológicas y psicosociales de experiencias traumáticas; b) Toma de decisiones en emergencias y c) Error humano - Errores latentes.

Repercusiones Psicológicas y Psicosociales de Experiencias Traumáticas

El período histórico correspondiente a la Segunda Guerra Mundial y la post-guerra fue muy rico para las observaciones y reflexiones de los científicos sociales. A esta etapa corresponde la original aplicación del Psicoanálisis al estudio de los desastres realizada por Martha Wolfenstein (1957). Los datos de este ensayo emergen de entrevistas a víctimas de desastres en E.E.U.U. y la elaboración de hipótesis se realiza, según palabras de la propia psicoanalista, sobre un material sugerente pero fragmentario; se requerirían descripciones más precisas y detalladas para su traducción a un lenguaje operativo.

Sólo a título ilustrativo se reseña, a continuación, la interpretación formulada desde este paradigma en relación al llamado "síndrome de desastre" (Tyhurst, Wallace). Wolfenstein sugiere que el conjunto de manifestaciones emocionales descritas en las investigaciones (estupefacción, aturdimiento, docilidad, inhibición de respuestas) se asemeja a la forma clínica de la depresión; la cual podrá ser transitoria o patológica según las tendencias emocionales previas (por ejemplo, el nivel de autoestima, la intensidad de sentimientos de omnipotencia o bien de sentimientos de culpa -que pueden condicionar la sensación de castigo y motivar reacciones altruistas). En la reconstrucción de la dinámica profunda de este particular estado anímico se postula como mecanismo defensivo, la negación.

También dentro del mencionado período histórico interesa destacar algunas contribuciones realizadas desde la Dinámica de Grupos y representadas, por ejemplo, por Irving Janis (autor que desarrolla una interpretación psicológica de la conducta en desastres a partir del re-análisis de estudios de ciudades bombardeadas y entrevistas en profundidad a combatientes). Algunos de los problemas teóricos abordados desde esta orientación son el estrés psicológico, las actitudes morales y la conducta social de los soldados norteamericanos, la identificación de grupo ante la exposición a peligros externos, etc..

Sus hipótesis, basadas en el modelo psicoanalítico, relacionan las manifestaciones de dependencia afectiva (tanto de soldados en combate como de civiles ante alarmas de bombardeos o desastres) con procesos de transferencia inconsciente hacia líderes idealizados. Es decir, se trataría de procesos de reactivación de la ansiedad de separación y sustituciones psicológicas.

Cabe aquí sugerir la potencial aplicabilidad del análisis de los mecanismos de reafirmación de necesidades psicológicas fundamentales ante amenazas externas, a los procesos psicológicos que pueden manifestarse en organizaciones de emergencia establecidas. Dichos mecanismos de reafirmación se satisfacen, según Janis, en la interacción de grupos pequeños. Así, por ejemplo, la identificación con el grupo que comparte los mismos temores, sufrimientos o inseguridades permite reafirmar la personalidad a través de procesos tales como la minimización del daño a la autoestima, las auto-revelaciones mutuas en ambientes sociales permisivos o la desmitificación del peligro en la interacción cara a cara con superiores experimentados. El alivio emocional puede canalizase no sólo a través de intercambios formales, sino también en reuniones informales en las que no faltarán chistes, burlas o cuentos de humor negro.

Los procesos mencionados forman parte de lo que, en el terreno del estrés psicológico, Janis (1963/1977) ha conceptualizado como "trabajo de preparación", el cual -a diferencia del trabajo de duelo- debería realizarse a modo profiláctico antes de enfrentar un peligro o amenaza potencial.

En relación con esta perspectiva se abre un campo especializado con importantes contribuciones recientes: el de la Salud Mental, o más específicamente el de los efectos psicológicos post-desastre (Austin, 1992; Hodgkinson & Steward, 1991; Newburn, 1993; Saylor, 1993; Shore, 1986).

La orientación terapéutica ha conseguido en algunos países -aunque lentamente-, vencer las resistencias de las organizaciones de emergencias; las cuales por el hecho de afrontar situaciones traumáticas en su práctica cotidiana suelen ser particularmente reacias a reconocer los síntomas de estrés en su personal e incluso su condición de potenciales víctimas.

Corresponde aquí destacar que este "molesto" asunto del afrontamiento de estrés por parte de los servicios de emergencia, en su relación con la selección de personal y el entrenamiento del mismo, es un hilo conductor hacia los actuales modelos de gestión de crisis que enfatizan el papel de la cultura de las organizaciones (Doepel, 1993; Elliot & Smith, 1993).

Mas no puede dejar de mencionarse que la tradicional escuela norteamericana de sociología de desastres (representada, entre otros, por Enrico Quarantelli) es muy crítica con respecto a los estudios clínicos sobre efectos traumáticos de los desastres; alega que los mismos parecen más bien derivar de supuestos teóricos, no de evidencias empíricas. Y concluye a partir de estudios longitudinales, que lo que algunos llaman "trauma" no es sino una "experiencia positiva de aprendizaje" según las víctimas (Dynes, Tierney y Fritz, 1994, p.15).

Idéntica posición asumen los psicólogos comunitarios que abordan la salud mental desde una perspectiva ecológica y rechazan frontalmente el modelo médico de salud-enfermedad. Apostando por la capacidad de adaptación de las víctimas en su interacción con los propios sistemas de ayuda de la comunidad, estos profesionales caracterizan el rol de los equipos de salud mental como diseminadores de información y promotores de tales procesos adaptativos (Gist y Lubin, 1989). Pero no por ello subestiman el potencial impacto negativo que puede provocar el trabajo de rescate y socorro en los trabajadores de los servicios de emergencia (Butcher y Dunn, 1989).

Ante la imposibilidad de aproximar posiciones tan dispares, y con el sólo fin de enfatizar los importantes compromisos que pueden asumir los profesionales de la Psicología en este campo específico de la Salud Mental -tan abreviadamente presentado-, se incluye la Figura 1 un modelo gráfico elaborado por Raphael (1986): "El paraguas de los cuidados". En el mismo se simbolizan los diferentes niveles del trabajo psicosocial que serían necesarios en el proceso de consultoría para la planificación y gestión de desastres.

Toma de Decisiones en Situación de Emergencia

Retomando las contribuciones de Irving Janis, es posible aproximarse a otro núcleo temático de interés psicológico: la toma de decisión en emergencias. El modelo conceptual que dicho autor elabora se inscribe dentro de una teoría del conflicto (Janis y Mann, 1977) que recoge los desarrollos de la psicología del estrés, así como también una serie de aportaciones de Lewin y de Festinger.

Cinco son los supuestos básicos a partir de los cuales se relacionan el estrés psicológico y el conflicto decisional; cinco también los patrones de afrontamiento de estrés, que articulados con los anteriores supuestos, configuran el modelo de toma de decisión en emergencias que se presenta en la Figura 2. Dichos patrones son: a) inercia, b) cambio a una nueva línea de acción, c) negación defensiva, d) hipervigilancia y e) vigilancia.

Este último patrón de conducta mencionado, la vigilancia, conduce a decisiones de calidad; pero los cuatro anteriores -que en situaciones cotidianas pueden ser adaptativos en la medida en que reducen tiempo, esfuerzo y deterioro emocional-, pueden por el contrario, en caso de emergencia, dar lugar a decisiones erróneas. No pueden desconocerse dos factores por los cuales las decisiones en situaciones de riesgo difieren de las de la vida cotidiana: a) El hecho de que esté en juego la propia vida o la de personas próximas. b) El tiempo disponible para escoger una alternativa, que suele ser demasiado breve.

El modelo resultante de la articulación de estos conceptos, que organiza los procesos que se ponen en juego ante el aviso de peligros inminentes, ha sido complementado recientemente con otras aportaciones, en el marco de investigaciones de conducta humana en situación de incendio (por ejemplo, Proulx, 1993).

Pero no puede desconocerse que, al analizar la primera formulación de Janis sobre los efectos psicológicos de las alarmas, Brown y Goldin (1973) reprochan el reduccionismo psicológico que impregna los supuestos teóricos: el sujeto ideal de Janis está aislado a la hora de tomar decisiones, su conducta parece depender solamente de la disposición (miedo), y la efectividad del comportamiento depende de la formulación individual de objetivos explícitos en relación a la autoprotección o la búsqueda de recursos de protección y vías de escape. Es decir, queda fuera de consideración "el hecho de que las personas son primariamente actores sociales y no simples seres dependientes emocionalmente de otra gente" (p.80). Crítica que cabría extender al modelo antes reseñado, elaborado con posterioridad (en colaboración con Mann).

Sin embargo parece justo matizar tal cuestionamiento; la preocupación constante de Janis por el análisis de los procesos cognitivos no excluye ni el interés por los procesos psicosociales, ni la "audacia teórica (para) abordar la naturaleza del proceso cognitivo que tiene lugar en el grupo" (Morales, 1987, p.155). Desafiando convencionalismos de los psicólogos sociales y moviéndose con ductilidad en el campo metodológico, Janis recurre al estudio de casos para analizar las implicaciones de hipótesis de la Dinámica de Grupos, en el campo de la toma de decisiones políticas. Aporta así a la Psicología Social un concepto nuevo: groupthink o "pensamiento grupal"; juego de palabras con el que alude al deterioro que la presión endogrupal ejerce sobre las capacidades cognitivas (Janis, p.9).

Es pertinente anticipar aquí que la noción de pensamiento grupal ha penetrado la literatura de la gestión de crisis y desastres (Lagadec, 1991/93); Parker y Handmer, 1992; Rosenthal, Charles y Hart, 1989). Pero asimismo comentar que, a pesar del reconocimiento generalizado del valor heurístico de este modelo, también se ha cuestionado su validez, e incluso la falta de consideración de variables que pueden ser relevantes en los procesos grupales de toma de decisión; variables tales como características y complejidad de las tareas, presión para actuar contra reloj o estadio en el desarrollo del grupo, por citar algunos ejemplos (Aldag y Riggs Fuller, 1993).

Por otra parte, aunque también dentro de la década de los setenta y teniendo in mente estas llamadas de atención sobre el valor (e influencia) de la realidad social, se puede mencionar un desarrollo psicológico indirectamente relacionado con la investigación de desastres que procede de la Psicología Social Experimental.

Concretamente, se alude a aquellos clásicos experimentos en los que se investigaba la respuesta de espectadores a tales situaciones (Latané & Darley, 1970). En ellos se explora el proceso de definición de una situación como emergencia -en tanto condición psicológica que moviliza respuestas emocionales y conductuales-, y su relación con factores situacionales, especialmente aquéllos que involucran el medio social más próximo. De los mismos interesa destacar dos deducciones: a) La ambigüedad es la condición que caracteriza a la mayor parte de las emergencias, por lo menos en sus momentos iniciales. b) La condición previa a la decisión de intervenir, por parte de un espectador, es la definición de la situación como emergencia; e incluso la decisión de que tal intervención es la mejor opción.

Debe enfatizarse aquí la importancia del clásico postulado psicosocial de Thomas y Thomas de que precediendo a cualquier acto autodeterminado de comportamiento siempre habrá una definición de la situación. El mismo emerge, una y otra vez en la literatura sobre crisis y desastres, bajo la forma de adagio: si los sujetos (y los medios de comunicación de masas) definen una situación como crisis, será crisis en sus consecuencias (Lagadec, 1991/93; Quarantelli, 1994; Rosenthal, Charles y Hart, 1989; Rosenthal et al., 1994).

A propósito de la definición psicosocial de una situación -aunque a modo de breve digresión en esta revisión de aproximaciones al estudio de la toma de decisión-, se considera oportuno recordar otra aportación de la Psicología Social más reciente. Se trata del modelo de comportamiento colectivo basado en la Teoría de la Identidad Social (Tajfel y J.C.Turner) desarrollado por Reicher (1984/1989). Parece legítimo relacionarlo con el estudio de desastres en tanto y en cuanto ilustra los conceptos a partir de los disturbios civiles de St. Paul, acontecidos en Bristol en 1980. Y los disturbios civiles son considerados, por la escuela sociológica norteamericana, como un tipo particular de desastres (no consensuados). Pero la contribución que interesa insinuar de este modelo, en la medida que enriquece la definición social de una situación, es el proceso de constitución de grupos sociales, en términos de una identidad social compartida. Proceso del que se podría quizá derivar implicaciones para el análisis psicosocial de otras situaciones de emergencia y desastre.

Retomando la temática específica propuesta en este apartado, corresponde mentar que además del reto que supone incorporar la realidad social como generadora de interpretaciones y esquemas para la acción en emergencias, en la actualidad se plantea a los psicólogos otro desafío. El mismo está representado por el desarrollo de simulaciones (sean éstas juegos computarizados, micro-mundos, role-playing, etc.) para el estudio de la toma de decisiones en situaciones dinámicas.

Son características de las decisiones en tales situaciones, su interdependencia, las modificaciones que provoca en el medio ambiente la acción de quien decide y el estrés asociado a la toma de decisión en tiempo real. Se plantea en consecuencia, a los actores de tales escenarios, el compromiso entre una buena estrategia y una estrategia que permita algún control de la situación. Uno de los contextos aplicados de estas investigaciones lo constituyen, claro está, las situaciones de emergencia y la demanda de entrenamiento a ellas asociada. (Clipson, 1993)

Una presentación detallada de tan recientes desarrollos excede las posibilidades de esta revisión; pero dada la importancia que revisten como motores de nuevas investigaciones sobre las capacidades cognitivas en su relación con la toma de decisiones, corresponde al menos mencionar dos centros pioneros en esta temática: la Universidad de Upssala (Brehmer, 1993) y la Universidad de Bamberg (Dörner y Schölkopf, 1992).

Abandonando este campo que atrae la atención de gestores y formadores en la actualidad, es factible seguir el desarrollo de otra sub-disciplina que progresivamente recibe importantes aportes de la Psicología Cognitiva, y que aparece asimismo cada vez más implicada en el campo de los desastres: la Psicología del Trabajo; o más específicamente, las formulaciones psicológicas en torno a los llamados "errores humanos".

Error Humano... Errores Latentes

La explicación más frecuente -aunque incompleta- de los fallos tecnológicos ha sido durante décadas y en distintos ámbitos industriales, la del "error humano". La amplia gama de posibles errores humanos comprende tanto actos deliberados ("hacer la vista gorda", robo, fraude, etc.) como otros no deliberados. Algunos obvios como inexperiencia o negligencia; otros más sutiles que resultan del uso de nuevos materiales o nuevos procedimientos de construcción (Blockley, 1980).

Una vez más, cabe reconocer que la presentación detallada de los desarrollos teóricos en el campo del error humano no es posible aquí; en consecuencia se decide restringir el mismo a las aportaciones de James Reason (profesor de Psicología en la Universidad de Manchester).

En su historia de observaciones psicológicas del error humano, este último autor no sólo recoge los aportes de pioneros con las más variadas orientaciones teóricas y repercusiones académicas (Sully, Spearman, James, Freud, Wertheimer, Köhler y Koffka, Bartlett, por ejemplo), sino que también integra los más recientes desarrollos de la psicología cognitiva (Kahneman, Tversky, Slovic, Simon, Rassmussen). Formula así un marco teórico de trabajo en este campo (Reason, 1994), del que se destacan las siguientes aportaciones: a) La distinción entre "errores activos" y "errores latentes". Los primeros, generalmente asociados a los trabajadores de "primera línea" (pilotos, operadores de torres de control, etc.), son aquellos cuyas consecuencias se perciben casi de inmediato. Los efectos negativos de los segundos, por el contrario, pueden permanecer ocultos durante largos períodos, hasta que en singular conjunción con otros factores, quebrantan las defensas del sistema. Estos errores latentes suelen ser generados por ingenieros de diseño, directivos o personal de mantenimiento, y constituyen la mayor amenaza a la seguridad en los sistemas tecnológicos complejos. b) La formulación de la metáfora de "agentes patógenos" en la causalidad de los accidentes (resident pathogen metaphor), a partir del análisis de seis accidentes mayores: Three Mile Island, Bophal, Challenger, Chernobyl, Zeebrugge y King’s Cross.

A partir del estudio de casos, este autor considera que el concepto de "error" es insuficiente para abarcar la diversidad de factores humanos implicados en los accidentes mayores. Propone discernir entre errores e infracciones (ésta es la palabra con la que se traduce violations en Reason, 1989); pues mientras los primeros pueden definirse en relación a los procesos cognitivos de los sujetos particulares, las segundas requieren de un contexto social que defina los procedimientos, prácticas, códigos y reglas que guían la conducta.

Aunque los límites entre ambos no pueden establecerse rigurosamente, lo que se hace evidente es la necesidad de formular un marco integrador de las tradiciones cognitiva y social de la Psicología. En tal esfuerzo preliminar, Reason ofrece una posible clasificación de errores que distingue lapsus y deslices (como acciones inintencionadas o inconscientemente desviadas) de equivocaciones (o desviaciones de las acciones planificadas con respecto a su curso más satisfactorio). Pero, además, para incorporar el ambiente social que regula la conducta analiza las infracciones según su intencionalidad. Encuentra así, infracciones no intencionadas, que caen dentro del campo del error, fácilmente diferenciables de las infracciones dolosas o actos de sabotaje. Sin embargo queda, entre ambos extremos, un amplio conjunto de infracciones con cierto grado de intencionalidad, pero sin propósito claro de dañar al sistema.

Una organización posible de tal conjunto es la distinción entre infracciones "rutinarias" y "excepcionales". Las primeras parecen ser el efecto de una tendencia generalizada a seguir la ley del menor esfuerzo y de la relativa indiferencia del medio social que no sanciona las transgresiones. Ocurre con frecuencia, por tanto, que si la manera más fácil de realizar una tarea conlleva la transgresión de una norma de seguridad y esta infracción no se reprime, terminará incorporada al repertorio de conductas rutinarias.

Las infracciones excepcionales, ejemplificadas por la conducta de los operarios de Chernobyl, no están en cambio tan claramente especificadas; dependen de un variado conjunto de circunstancias del entorno y quizá de las "imposiciones contradictorias del sistema" (Reason, 1989, p.24). En la Figura 3, se resumen las variadas formas psicológicas de actos peligrosos hasta aquí presentadas.

El estudio de los seis casos antes apuntados lleva, además, a la identificación preliminar de un conjunto de nueve factores relativos a la seguridad: a) Defectos en los equipos; b) Incompatibilidad entre los objetivos del sistema y la seguridad; c) Defensas inadecuadas o inexistentes; d) Procedimientos operativos inadecuados; e) Desidia en el mantenimiento; f) Formación inadecuada; g) Condiciones propiciadoras de errores e infracciones; h) Fallos organizativos; i) Fallos de comunicación.

Reason se muestra algo escéptico con respecto a las posibilidades reales de aprendizaje a partir de desastres pasados, dado que los accidentes no suelen evolucionar según patrones previsibles, y el ser humano en situación de estrés no sólo recurre a patrones prefijados de conducta, sino que razona según su disponibilidad heurística. Por otra parte, observa que hasta ahora, el esfuerzo mayor entre los especialistas en factores humanos se ha concentrado en el perfeccionamiento de la interfase ser humano-sistema tecnológico.

En tal dirección, es pertinente comentar a mero título ilustrativo, que las investigaciones con tripulación de aviones han dado lugar a una sub-especialización en la que colaboran estrechamente psicólogos cognitivos, conductistas, sociales y organizacionales, por una parte; pilotos y entrenadores, por otra. La denominada "gestión de recursos de la tripulación" (CRM: crew resource management) trabaja -especialmente con simulaciones-, para incrementar la coordinación y la comunicación en grupos altamente entrenados, que operan con avanzadas tecnologías y que se relacionan con otros grupos en grandes organizaciones.

Partiendo de la hipótesis de que muchos errores en las salas quirúrgicas derivan de problemas interpersonales más que de deficiencias técnicas, esta perspectiva se está expandiendo también en el campo de la medicina; campo en el que los errores humanos pueden tener igualmente consecuencias desastrosas (Wiener, Kanki y Helmreich, 1993).

Sin desmerecer estas valiosas aportaciones, cabe coincidir con Reason en su advertencia de que la investigación de factores humanos, centrada en la identificación y minimización de errores activos, se restringe a la punta del iceberg; y que tales esfuerzos deberían complementarse con el análisis de otros factores sociales e institucionales que intervienen en la causalidad de los desastres.

Precisamente una característica de la era socio-técnica, que la diferencia de anteriores períodos históricos, es la carencia de teorías consolidadas o probados métodos de análisis. Por tanto, es apremiante el desafío que plantean cuestiones tales como la identificación de los errores latentes antes de que originen las catástrofes, la neutralización de los efectos de fallos por aplazamiento de acciones preventivas, la localización y especificación de decisiones erróneas que se traducen en actos que ponen en peligro los sistemas tecnológicos.

En este sentido, e introduciendo un ejemplo de reciente actualidad, puede considerarse muy elocuente una frase de V.Blágov (Subdirector del Centro de Control de Vuelos) con ocasión de las accidentadas operaciones de reparación de la estación orbital MIR: "ya es hora de preguntarse si lo que necesitamos es seguridad o ahorro"; máxime si se atiende a que la misma se expresa en el momento en que se indagan presuntos "fallos humanos" de los cosmonautas y se dejan sugeridas posibles heridas psicológicas en miembros de la tripulación rusa. (El País, 20 de agosto de 1997)

A Modo de Compendio

El recorrido realizado a través de la literatura psicológica evidencia un punto que dificulta una revisión más sistemática: aún cuando se puedan reconocer orientaciones diferentes que responden a distintos paradigmas y/o sub-disciplinas, no existen teorías unificadoras en el estudio de los desastres (A.J.Taylor, 1990; Alexander, 1991). Sin duda, uno de los conflictos subyacentes a esta situación de fragmentación es el de la definición de los conceptos claves y, en conjunción con ella, la adopción (explícita o implícita) de determinados paradigmas.

Por razones de espacio tales aspectos no han sido abordados aquí; se insinúa, en cambio y a modo de síntesis, un esquema de la evolución experimentada dentro de la disciplina, en el tratamiento de este conjunto de temas relacionados con la investigación de desastres.

Concretamente se puede sugerir una suerte de abanico en los estudios que, dando prioridad a distintas facetas de las experiencias psicosociales en relación a los desastres, refleja diferentes momentos y preocupaciones en la historia de la Psicología y sus sub-disciplinas. Abanico que parte del interés científico por mecanismos intra-psíquicos y despliega, en la actualidad, simultáneamente, las problemáticas cuestiones asociadas a la complejidad y dinamismo de las situaciones de emergencia tanto a nivel individual como grupal, inter-grupal, organizacional e institucional.

Tal abanico puede dibujarse -aunque con trazos recortados-, atendiendo a los procesos psicológicos o psicosociales analizados y los principales temas a ellos asociados, del siguiente modo:

1) Procesos intra-psíquicos reguladores (racionalizaciones, expresión de fantasías y fobias, ambivalencia afectiva, sentimientos de omnipotencia e invulnerabilidad, negación del peligro).

2) Procesos cognitivos intra-psíquicos (resolución de problemas, estrés y toma de decisiones en emergencias; percepción de riesgos; error humano; toma de decisiones en contextos ambientales complejos a partir de simulaciones de situaciones dinámicas).

3) Procesos inter-personales (rumores; altruismo; definición de una situación de emergencia a partir de factores situacionales; factor humano; gestión de recursos de la tripulación o CRM).

4) Procesos grupales (liderazgo, polarización grupal, pensamiento grupal).

5) Procesos inter-grupales de diferenciación social (categorización social en disturbios civiles).

6) Procesos organizacionales, institucionales y comunitarios (entrenamiento y terapia a trabajadores y víctimas de desastres; errores latentes; safety culture).

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Wiener, E.L.; Kanki, B.G. & Helmreich, R.L. (Eds.). (1993). Cockpit Resource Management. San Diego, California: Academic Press.

Wolfenstein, M. (1957). Disaster. A Psychological Essay. Londres: Routledge & Kegan Paul Ltd.

Material adicional / Suplementary material

Figura 1. Niveles de Consultoría Psicosocial en Desastres.

Figura 1. Niveles de Consultoría Psicosocial en Desastres.

Figura 2. Modelo de Toma de Decisión en Respuestas a Advertencias.

Figura 2. Modelo de Toma de Decisión en Respuestas a Advertencias.

Figura 3. Clasificación de formas psicológicas de actos peligrosos.

Figura 3. Clasificación de formas psicológicas de actos peligrosos.

Una vez publicada la revista, el texto integro de todos los artículos se encuentra disponible en
www.papelesdelpsicologo.es