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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
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Papeles del Psicólogo, 1988. Vol. (35).




FUMAR, UNA «TRAMPA» PSICOLÓGICA

ROSA MARIA BOAL

Es frecuente oír a los fumadores, el día que deciden dejar de fumar, que no pueden, aparece en ellos un estado de ansiedad, irritabilidad, mal humor, conocido como síndrome de abstinencia, que no pueden soportar y llega un momento que, en contra de su "deseo", empiezan a fumar de nuevo, porque prefieren "estar mal fumando" a "estar mal sin fumar".

Es cierto que en algunas personas aparece este estado descrito anteriormente al dejar de fumar, pero no es menos cierto que no tiene por qué aparecer, como también ocurre en otras.

En mi experiencia con fumadores, he observado que existen dos grupos de personas al dejar de fumar: los que quieren dejar el hábito y disfrutan cuando lo consiguen (en estas personas no aparece ansiedad ni irritabilidad, sino que se encuentran más relajadas y de mejor humor) y los que al dejar el hábito sienten que no quieren dejarlo (y aparecen dudas, impasse, piensan en justificaciones que les permita volver a fumar -trampas- que es lo que genera ansiedad y estrés).

Un placer psicológico

Las justificaciones o trampas psicológicas son el mayor obstáculo con que se encuentran las personas al dejar de fumar. Este obstáculo lo ponen ellas mismas. Las justificaciones son múltiples: "Un cigarrillo no importa", "Si fumo dos o tres al día no pueden hacerme daño", "¿Por qué esa persona puede fumar y yo no?", "Qué pena, toda la vida sin fumar", "Si dentro de dos o tres meses me voy a sentir mal por no fumar, pues ya fumo desde hoy mismo", "No sé pensar si no fumo", "No tendré el éxito que tenía fumando", "Argumento fuerte dependencia física", etc.

Las trampas psicológicas tienen dos funciones:

1. Indican que la persona no tiene claro que quiere dejar de fumar; lo está consiguiendo, tienen incertidumbre sobre qué es mejor fumar o no fumar.

2. Precipitan a fumar de manera muy justificada para el fumador: "Yo no puedo dejar de fumar", "Esta situación es insostenible, tengo que fumar".

Son sobradamente conocidas las consecuencias de fumar en el organismo y los males que origina (tos, cansancio, dolores de cabeza, catarros, cáncer de pulmón, etc.). Al dejar de fumar se experimenta un placer o mejoría física (desaparece o se frena el daño causado por el tabaco) e intelectual (mayor capacidad de atención y concentración, mayor rendimiento intelectual, recuperación de la memoria, reflejos, etc.), pero se pierde el placer psicológico y bloquea el proceso de dejar de fumar, aparece la resistencia a dejar el hábito. El placer físico que se consigue no es importante comparado con el placer psicológico que se deja.

Las personas, al dejar de fumar, sólo hablan de lo mal que se encuentran sin fumar, de la pérdida de placer psicológico; menos importancia parece tener lo bien que se encuentran físicamente. ¿Por qué es más importante sentirse mal psicológicamente sin fumar que sentirse mal físicamente fumando? ¿No es un placer sentirse bien físicamente? ¿En qué medida valoramos el cuerpo que se le puede privar de salud? ¿Es tan importante estar bien psicológicamente como para renunciar el bienestar físico?

De lo expuesto hasta aquí surgen dos cuestiones:

1. ¿Es la dependencia física, atribuida a la nicotina, la responsable de que se fume y de la dificultad para dejarlo?, o

2. ¿Es la dependencia psicológica, basada en los valores que se depositan en el cigarrillo, la que mantiene esta conducta?

En cuanto a la dependencia física, las observaciones que vamos a exponer llevan a pensar que no tiene la responsabilidad del arraigo de la conducta de fumar. Si no, ¿cómo explicar que haya fumadores que en intentos anteriores de dejar de fumar sufrieran el síndrome de abstinencia y en intentos posteriores no lo hayan sufrido al abandonar el hábito? ¿Por qué si la nicotina tiene una duración en el organismo de cuarenta y ocho-setenta y dos horas, después de abandonar el consumo el síndrome a ella atribuido puede durar semanas e incluso meses? Y según esto, ¿cómo explicar las recaídas después de pasadas estas horas? ¿Por qué personas que llevan cuarenta-cincuenta años fumando dos y tres cajetillas diarias dejan de fumar con extremada facilidad, sin sufrir ansiedad y jóvenes adolescentes que llevan fumando pocos años y pocos cigarrillos sí pueden sufrir e incluso fracasar al intentar dejar el hábito? Es decir, parece que no importa ni el número de cigarrillo fumados ni el número de años de fumador.

Por otra parte, los fumadores, cuando abandonan el tabaco, hablan de un "placer" y una "necesidad física" que les lleva a fumar. Pero, por el contrario, exponen como una de las razones para dejar de fumar que el mayor número de cigarrillos de los fumados en un día no los quieren fumar, son automáticos, no les proporcionan placer, les produce dolor, fatiga, tos, rechazo físico, pero no pueden evitar fumarlos, aunque quieran, ni tampoco reducir la cantidad al número de cigarrillo que creen sí serían de placer. Hay varios puntos a tener en cuenta:

a) Al mismo tiempo hablan de "necesidad física" y de "rechazo físico".

b) No pueden evitar fumar o reducir la cantidad, aunque sí quieren. El deseo psicológico parece más fuerte que el rechazo físico.

c) Su organismo los rechaza, sufre al fumar y se enfadan con ellos mismos por esta autoagresión que no pueden evitar. En ocasiones, después de pocas caladas, tiran el cigarrillo con rabia.

Vemos que no hay correlación entre la sensación de placer que impulsa a fumar un cigarrillo y el placer que de él se deriva en el momento de fumarlo. Algunos fumadores dicen: "No es esto lo que yo quería".

Parece, por lo tanto, que no sólo el organismo no tiene dependencia física del tabaco, sino que, por el contrario, lo rechaza, no admite este agente dañino. Esto en los comienzos de empezar a fumar está muy claro: todas las personas han de superar la repugnancia y rechazo que el organismo hace al cigarrillo.

Sensación asociada

Después hay una tolerancia mayor, aparente que no real, sustentada por el placer psíquico que se busca y experimenta al fumar. Esto se produce de forma inconsciente en las personas.

Cuando el dolor físico se hace más presente y manifiesta de forma constante el rechazo del organismo, a través de un análisis más consciente, el fumador se da cuenta de que el cigarrillo no le produce placer físico, sino que es una sensación de placer que tiene asociada la que le impulsa a fumar. El daño que produce el tabaco en el organismo es una de las razones que induce a mayor número de fumadores a dejar el hábito.

En la privación del hábito tiene gran importancia la motivación que cada peprsona tiene para abandonarlo. Si el fumador, al dejar de fumar, siente gratificación de conseguir el objetivo no sólo no aparecerá ansiedad, sino por el contrario estará contenta y relajada. Para esto ha de conseguir un convencimiento propio y responsable de que esto es lo que quería conseguir, que esta forma de vivir le gusta más y que mejora su calidad de vida. Es decir, el placer por no fumar ha de ser superior al placer que le producía fumar.

Dejar de fumar supone un proceso de deshabituación más o menos largo (en función de las resistencias o gratificaciones que de ello se deriven), en el que en pocos días desaparece el gesto o acto reflejo de coger un cigarrillo, hay una notable recuperación física, intelectual y también psicológica (mayor autoestima), se rompen las asociaciones que se habían establecido entre el hábito de fumar y las actividades diarias: comidas, trabajo, reuniones sociales, familiares y otras que hubiera asociadas.

Este bienestar físico es gratamente recibido por el fumador. Esta recuperación estará en función del deterioro al que haya llegado. En muchas personas es suficiente esta recuperación para hacer firme la decisión de no volver a fumar. Algunas personas dicen: "Dejar de fumar ha supuesto un cambio muy positivo en mi vida." En otras no es suficiente para hacer frente al placer psicológico, o mejor lo llamamos beneficios psicológicos de fumar.

Significados de un acto

La dependencia psicológica o contenidos psicológicos de la conducta de fumar está formada por los valores y atribuciones que el fumador deposita en esta conducta (que relaja, ayuda a pensar, a dormir, a relacionarse, etc.); es decir, es el significado que tiene para cada persona el acto de fumar. Puede compararse a un cofrecito donde se guardan, de manera inconsciente, sensaciones, asociaciones, recuerdos, valores y todo el contenido que encierra el cigarrillo en su vida y que no sabe llamar o, mejor, sólo lo identifica con el nombre de placer.

Al depositar este contenido psicológico en el cigarrillo el fumador le otorga atribuciones y poderes que le llevan a necesitarlo y a depender de él.

Uno de los poderes del cigarrillo viene dado por el tipo de asociaciones que los fumadores establecen con él: "El cigarrillo me inspira, me ayuda a relajar, a concentrarme, me hace sentirme seguro, me ayuda a pensar, da estilo, etc." Parece como si fuera el cigarrillo el que piensa, la fuente de inspiración y relajación, el control. En base a esto, el fumador hace una transferencia de valores, los proyecta en el cigarrillo y se cambian los roles, de forma que la persona queda a merced del cigarrillo y no el cigarrillo a merced de la persona. En esta relación de causa-efecto el cigarrillo va a ser la causa del éxito y logros del fumador.

Otra fuerza importante del cigarrillo es el protagonismo que tiene en la vida del fumador: está presente en todas las actividades y situaciones de su vida, en los momentos difíciles, adversos y en los momentos buenos de alegría, disfrute. Todas las situaciones propician y justifican fumar, con él se sellan todos los acontecimientos, los buenos y los menos buenos.

El cigarrillo lleva también el contenido contaminación social que motiva e impulsa el comienzo de la conducta, el valor que le otorga la publicidad y el significado que tiene en el momento del inicio para el propio fumador. Estos contenidos se llevan a lo largo de los años de fumador y son una base fundamental en el mantenimiento de la conducta.

La falta de información sobre el tabaquismo favorece el inicio y desarrollo de la conducta. Los daños más conocidos y asociados al tabaco son los relacionados con el aparato respiratorio: tos, numerosos catarros, dolor en el pecho, bronquitis, cáncer de pulmón, dolores de cabeza, adormecimiento de las piernas, cansancio y fatiga. Menos conocido es que, además de disminuir el rendimiento físico, también hay disminución del rendimiento intelectual: produce cansancio mental, dispersa la atención y concentración, disminuye la capacidad de memoria y reflejos (he conocido personas que se han quedado sorprendidas a los dos días de dejar el tabaco por recordar hechos del día anterior con claridad y que no atribuían esta pérdida de memoria al tabaco); no se conoce suficientemente que fumar excita (por la liberación de adrenalina) e impide que el sueño sea reparador, en muchas personas produce insomnio, y esto, a su vez, provoca más tensión y fatiga, además del deterioro en los sentidos del gusto, olfato y la vista.

Una información adecuada que esclarezca todos los aspectos que rodean la conducta de fumar, desde su inicio hasta la deshabituación es decir, el contenido psicológico que encierra el cigarrillo para cada persona, que, a mi juicio, son los responsables del mantenimiento de la conducta de fumar, son el mejor argumento que llevará a las personas a tener libertad sobre esta conducta, lo mismo en el sentido de querer fumar como en el sentido de abandonarlo y superar ese antagonismo de "querer y no poder" que parece que se ha convertido en la característica más notable de la conducta de fumar.

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