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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
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Papeles del Psicólogo, 2001. Vol. (80).




LOS LIMITES DE LA PSICOLOGÍA Y DE LA PROFESIÓN DE PSICÓLOGO

Vicent Bermejo I Frígola.

Presidente de la Comisión Deontológica Estatal del Colegio Oficial de Psicólogos-España.

Recientemente dos colaboraciones en la tribuna de Opinión de El País, (reproducidas en el suplemento informativo INFOCOP de la revista Papeles del Psicólogo núm. 79) (1), han recogido algunas citas del Código Deontológico del Psicólogo (CDP) como fundamento o apoyo de los juicios vertidos. Tales citas evidencian la enorme importancia que viene tomando la deontología tanto en la investigación y la docencia de la Psicología como en el mismo ejercicio profesional de Psicólogo. Eso es tan cierto que el mismo Código deontológico de la American Psychological Association ha sufrido frecuentes adaptaciones y correcciones (en este mismo año 2001 en dos ocasiones: en febrero y junio) al igual que los estudios, las publicaciones y la documentación sobre deontología profesional viene aumentando; y es presumible que en el futuro este tema será de mayor importancia para nuestra profesión. Como los temas tratados en la mencionada tribuna abordan cuestiones sobre psicología y modos de ejercer su profesión, parece de utilidad y es un deber dar a conocer también una opinión de carácter general de quienes ejercemos funciones de responsabilidad en este ámbito profesional. De ahí surgió el abordar ahora, en el orden del debate de las ideas, los límites de la psicología y de la profesión de psicólogo. (2)

La deontología puede ser vista a modo de un manual de buenas maneras que promociona y asegura una buena praxis profesional tratando de evitar el error y de prevenir formas de intervención que estén fuera de lo aceptable y razonable. Desde ese punto de vista, adquiere una gran preponderancia en actividades profesionales que se apoyan en el contacto social y las relaciones humanas, es decir, allí donde siempre hay que cuidar el ser y el parecer, el contenido y las formas, la apariencia y el convencimiento interno, debiendo haber entre ambos extremos una total continuidad o nexo común. Así, por ejemplo, un psicólogo que se comporta groseramente o con mala educación demuestra un nulo aprovechamiento de su preparación científica y ha entendido muy poco de la misma psicología humana respecto a su actividad profesional, pues hay un manifiesto desequilibrio entre su conocimiento y su comportamiento y no está a la altura de la función en la que se ha involucrado. En el otro extremo pueden estar quienes, rompiendo toda norma en los hechos, dicen y defienden en las palabras todo lo contrario de lo que hacen, y se mueven aprovechándose de los límites de la deontología. De ahí el interés de mencionar estos supuestos en un debate público porque es fuente de conocimiento para otras profesiones y para toda la sociedad civil.

Ahora bien, al igual que sucede también en otras profesiones, la deontología de los psicólogos es norma de obligado cumplimiento y no es un asunto simplemente voluntarista o de ética individual. La creación del Colegio Oficial de Psicólogos (Ley 43/79) protegió el título y encargó su ordenamiento al Colegio. Desde entonces, el psicólogo está obligado a ser miembro de esa corporación y a cumplir con sus normas, en especial debe respetar el CDP que fue aprobado por la misma organización colegial. Es decir, en ese asunto el psicólogo no puede actuar a su arbitrio o criterio, pues tiene la obligación de ser respetuoso con las normas deontológicas que rigen su profesión.

En consecuencia, la deontología de los psicólogos no está en función de encuestas de opinión pública, ni es decisión de cuotas de espectadores, ni depende del arbitrio de un equipo, grupo o escuela profesional ni de otras formas regladas o no, entre otras fuentes de decisión; por el contrario, surge del Estado de Derecho y conforme a normas aceptadas.

Si nos fijamos, la psicología presenta un sinnúmero de déficits teóricos. El más conocido proviene de su misma definición (como ciencia de la conducta), la cual no recoge la riqueza y la pluralidad de actividades que son psicología científica. Pero su más notorio déficit es el que proviene de no determinar con claridad el sujeto de su estudio, es decir, no queda especificado de qué ser humano estamos hablando y cuál es su delimitación conceptual en la misma definición. Es ahí donde la deontología cubre un hueco defendiendo y delimitando una idea de hombre que también proviene del mismo progreso social y del Estado de Derecho.

Por todo ello, no se puede afirmar que la psicología es independiente del uso que se haga de ella pues esto equivale a decir que la psicología puede estar tranquila e ingenuamente en un lugar superior, como si la psicología fuera una ciencia abstracta y teórica cuando, de hecho, su uso puede pervertirla y adulterarla. La misma definición como ciencia de la conducta ilustra la manifiesta voluntad de ser una ciencia pragmática aunque con un uso y una función social indudables. Así, en psicología no se pueden separar métodos y fines ya que su función social lo es en relación a una determinada idea de hombre.

¿De qué hombre, pues, se está hablando? El progreso social puso en evidencia la enorme trascendencia de la economía y, dentro de esta ciencia, fue una discusión histórica la idea de homo oeconomicus regido por el interés personal.

El reconocimiento de la complejidad de la psicología humana ha sido un motivo de discusión que ha recorrido una parte de la historia de la economía y ha obligado a eliminar o matizar esta misma idea de hombre o aquélla del homo oeconomicus. Sin embargo, ahora, parece necesario traer esa discusión histórica a la psicología con el fin de que encuentre y delimite su propia identidad, esto es, se reconozcan sus propios límites.

Contrariamente a aquella idea de homo oeconomicus, en deontología es un principio comúnmente aceptado la noción de hombre como sujeto de derechos fundamentales y causa de respeto por su dignidad. Esta segunda idea de hombre fundamental es la que recogió el CDP e igualmente está reflejada en la bibliografía internacional sobre deontología de la psicología. Por el contrario, una idea como la de homo oeconomicus, que buscara el beneficio personal a cualquier precio, ha sido rechazada de plano en la deontología de toda la psicología. Así, el concepto de hombre de la psicología se asienta en la misma cultura democrática, toma como referencia la ética civil de los derechos humanos, y fue espontánea y democráticamente aceptado por los psicólogos en el CDP. Por lo tanto, las funciones que ejerce un psicólogo no pueden ni deben alejarse bajo ningún concepto de esa visión de hombre, recogida en el CDP, ya que alejarse supone dejar de hacer psicología científica y estar fuera de su deontología. Así pues, la prestación de servicios psicológicos profesionales debe regirse por aquellos conceptos del hombre y su conducta que han quedado recogidos en el CDP, los cuales darán los límites de la psicología y del ejercicio de la profesión.

Ahora bien, en relación al debate de las ideas que señalaba al comienzo, conviene preguntarse dónde puede trabajar un psicólogo. Formularé preguntas límite para ilustrar mejor tanto el problema como lo que trato de decir. ¿Puede trabajar para un tirano? ¿Puede prestar sus servicios en una plantación o producción sostenida por esclavos? ¿Puede trabajar para mejorar la tortura? Si nos atenemos a la idea de la dignidad del ser humano, evidentemente no. ¿Puede trabajar para un prostíbulo? Ésta es una situación límite que puede ilustrar una parte del debate. Si pensamos en la argumentación a favor, ¿no podría ser una contribución al bienestar de las personas que allí dispensan sus servicios? La selección de personal podría ser modélica, eliminaría la trata de blancas, negras y de todos los colores, acabaría con las mafias, quienes acudan por primera vez podrían ver muy aliviados sus estresores, quienes arriesgan de infartarse podrían encontrar una atención preventiva y si se infartan contarían con la ayuda de profesionales que podrían ocuparse de sus respectivas familias, quienes sufren trastornos y alteraciones sexuales podrían curarse, en vivo y en directo, con gran ahorro para todos, en fin, un mundo feliz. Si nos atenemos a una idea de homo oeconomicus, evidentemente sí, no importa qué, cómo o cuándo. Si la referencia es la ética de los derechos humanos y el respeto por su dignidad, el asunto se convierte mucho más complicado y extremamente discutible. Pero ante todo es una opción, cuando menos, equívoca ya que corre el riesgo de quedar confundido con una actividad profesional muy diferente a la que está ejerciendo: es decir, puede no quedar suficientemente diferenciada la actividad del psicólogo de otra actividad que nada tiene que ver en cuanto prestación de servicios. Pues un psicólogo no puede olvidarse del entorno social en el que actúa (artículo tres del CDP) ni de los criterios de autonomía e independencia de la profesión, ni mucho menos de la autonomía de la misma psicología (artículos cuatro y dieciséis). En tal sentido, "El ejercicio de la psicología no debe ser mezclado, ni en la práctica, ni en su presentación pública, con otros procedimientos y prácticas ajenos al fundamento científico de la psicología" (artículo veintiuno). En consecuencia, el problema deontológico en servicios de psicólogo en determinadas situaciones límites viene dado por esa mezcla o confusión con procedimientos y prácticas ajenos a la psicología. Eso es lo que hay que delimitar en cada caso desde ese punto de vista.

Hace alrededor de unos veinticinco años, viajando por Europa con un 2CV recogí a un autoestopista. En el idioma que nos entendíamos dije que era psicólogo, a lo que respondió que eso lo hacía él en vacaciones. En aquel contexto simplemente sonreí, aunque no dudé en interesarme en qué consistía su actividad. Se trataba de contemplar y de observar lo que hacían los humanos por lo que era evidente que su idea para llevar a cabo la actividad mencionada era la del hombre como objeto y sujeto de ocio. Ahora bien, si aquel autoestopista o cualquier otro aparece en un debate público diciendo que lo que hace es psicología científica y profesional hay que decirle que está en un equívoco. El homo ludens, un posible derivado del homo oeconomicus, no es el sujeto de la psicología aunque pueda ser su objeto: pero nunca el sujeto. Esto es, se puede escribir o investigar sobre la psicología de un payaso, pero otra cosa muy distinta es convertirse en payaso creyéndose que se está haciendo psicología. En este segundo caso se ha perdido, pues, la distancia de la autonomía y la independencia, se han perdido los límites de la ciencia y de la profesión.

Tomaré otro supuesto. ¿Puede un psicólogo ejercer sus funciones en un virtual circo romano? ¿No podría ser la oportunidad genial, y de una vez para siempre, de delimitar en qué proporción cada el hombre es compuesto de hombre y fiera al decir de Calderón de la Barca? ¿No podría aliviar o prevenir los efectos traumáticos de la circense batalla con el conocimiento de la psicología humana y de la animal? La simple pretensión de querer sostener psicológicamente un virtual circo romano indica bien a las claras que la intención es mismamente actuar de homo oeconomicus o, naturalmente, por exclusivos intereses económicos, pero de ningún modo ser psicólogo.

O ¿acaso podríamos llamar psicólogos a los feriantes que de antiguo en las fiestas de los pueblos mostraban estados humanos especiales ("Pasen ustedes y verán lo nunca visto, la monstruosidad humana de... ") o, incluso, aquellos parlanchines que en las mismas ferias vendían como novedades científicas de la psicología lo que eran simples juegos? Un feriante sin más o un buen jugador, aunque económicamente se venda muy bien, no puede ser un psicólogo profesional; esto último es algo bastante más complicado y supone estar en otro nivel, unos pluses, estar y ejercer en un espacio bien señalizado y con fines aceptables en deontología. Supone, pues, conocer los límites de la psicología y de su aplicación en el ejercicio profesional de psicólogo cuidando bien de no prestarse a situaciones confusas en las que papel y función sean equívocos o ambiguos (artículo veintinueve del CDP). Pues un psicólogo está obligado a mostrar un respeto escrupuloso por el derecho a la intimidad (artículo treinta y nueve), a guardar el secreto profesional (artículo cuarenta) y no debe ofrecer "su nombre, su prestigio o su imagen, como tal Psicólogo, con fines publicitarios de bienes de consumo" (artículo cincuenta y dos). Por lo tanto, es una constante del CDP que los psicólogos sean celosamente respetuosos con la dignidad del ser humano y guarden distancia suficiente de equívocos y ambigüedades que caigan fuera de la misma psicología y su deontología. Un psicólogo, pues, no puede ser ni parecer un simple feriante.

En resumen, el ejercicio profesional conforme con la deontología supone el reconocimiento y el respeto de los límites de la psicología. Actuar fuera de esos límites de la psicología es ejercer otro oficio diferente al de psicólogo; y de cualesquiera otros oficios o de otras actividades no me queda más que expresar mi sentido del respeto democrático, del mismo modo que espero haber explicado que es bueno para todos hacer un uso respetuoso con los propios límites, sin abuso, de la profesión de psicólogo.

(1) Me refiero al artículo de Amalio Blanco, La Psicología, ¿esa tonta útil? y al artículo de Enrique García Huete Gran Hermano: juzgar sin conocer. Fueron publicados en el El País los días 2 y 31 de mayo pasado, respectivamente. Reproducidos en INFOCOP, núm 12, págs. 40-43.

(2) Este mismo artículo que ahora se publica en INFOCOP fue propuesto para su inserción en El País. La dirección del periódico declinó su publicación "por razones de espacio y de oportunidad".

REFERENCIAS

Código Deontológico del Psicólogo. COP, Madrid, 1987.

American Psychological Association. Ethics Principles of Psychologist and Code of Conduct. History and effective date. December 1, 1992. www.apa.org

American Psychological Association. Ethics Code Draft 5, June 2001. History and effective date. December 1, 1992. www.apa.org

American Psychological Association. Ethics Code Draft for coment February 2001. www.apa.org

Metacódigo de Ética de la Federación Europea de Asociaciones de Profesionales en Psicología (EFPPA) Adoptado por la Asamblea General en Atenas el 1 de Julio de 1995.

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