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Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.

PAPELES DEL PSICÓLOGO
  • Director: Serafín Lemos Giráldez
  • Última difusión: Enero 2024
  • Periodicidad: Enero - Mayo - Septiembre
  • ISSN: 0214 - 7823
  • ISSN Electrónico: 1886-1415
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Papeles del Psicólogo, 1987. Vol. (28-29).




UN LARGO SILENCIO

Francisco Secadas

Confieso que, tras el aturdimiento causado por la infausta noticia, sentí, más que otra cosa, una necesidad pungente de pensar. ¿Qué sentido tenía la vida de Germain? Obligado a comprender lo que había significado en mi vida, envidiaba el caudal de ideas que la muerte de un amigo sugirió a Ortega en un "minuto de silencio", y se alargó tanto el mío que agradecí como venida del cielo la invitación al desahogo. Se comprenderá que, en tal estado, eluda el panegírico y aproveche la ocasión para emitir algunas de mis cavilaciones íntimas en torno a la figura de Germain y a la circunstancia que, en parte, conviví.

Pienso que, en efecto, el sentido de una vida se completa con la muerte, incluso cuando el proyecto queda truncado. No comparto la idea de una insufrible levedad del ser forjada sobre el hecho de que la vida es única e irrepetible, como si para acertar en una existencia se tuviera que vivir otra de ensayo. Creo en una vida elegible sobre la marcha, moldeable a la medida de una personalidad capaz de conciliar los intereses individuales con los valores que la trascienden. El andar es meta cumplida y proyecto de ideal, todo junto, en estado configurable. Por ello, el instante de la muerte sería cifra del sentido de la vida: cerraría la medida de una existencia y alumbraría el concepto de la persona y de su significación histórica.

De ahí que entender a Germain, a mi medida, me redima del naufragio emocional en que me sume su desaparición. Pero creo que, además, el derecho de los psicólogos jóvenes al legado de los precursores nos obliga a una versión auténtica del sentido que tuvo para quienes le trataron.

Maestro

Tengo para mí, como modesto fruto del trabajo evolutivo, que la afectividad es punto de referencia y polo de distanciamiento en el proceso de diferenciación de la inteligencia. No deja de ser arriesgada una afirmación de este calibre entre psicólogos. Sin embargo, cada cual encontraría confirmación del aserto en su propia experiencia. Porque no se afirma que el intelectual sea insensible. Por el contrario, diluida la afectividad en briznas de entusiasmo y convertida la pasividad en pasión, infunde vida y ardor a la labor creadora. Pero cuando el apego nos atenaza o la emoción nos embarga, o cuando algún problema emocional nos abruma a se hace estacionario, se apelmazan las alas del pensamiento.

Y más, si la naturaleza de la reacción emocional corresponde a un período evolutivo que debiera estar superado. Quiere decir, por otra parte, que para un desarrollo armónico el punto de referencia afectivo debe corresponderse con los niveles intelectuales alcanzados. Habría un proceso de maduración afectiva, paralelo al intelectual, en un avance recurrente de interacción mutua. El niño de 3 años despega del regazo materno; el púber se distancia del hogar; el adolescente se descuelga del grupo amorfo; el joven sale de la intimidad cuitada de la adolescencia. Pero cada fase de despegue está promovida por un nivel logrado de estructura.

Mi idea es que Germain formó en torno a si un grupo afectivo de intelectuales. Fue amalgama sedante de inteligencias psicológicas inquietas. No formó estas mentalidades, no fue en realidad maestro, aunque algunos cariñosamente lo llamen así. La fuerza impulsara que los acercaba a la Psicología y que los movió más allá de las fronteras en busca del manantial precedía al encuentro o funcionó al margen del magma. Pero el reencuentro en torno a Germain, y de unos con otros, les infundió aliento y aunó eficazmente sus empeños. Y queriéndole todos entrañablemente, podían distinguirse, además de la empresa común que implicaba a todos, grados de acomodo al clima afectivo reinante.

Una nota típica de los científicas eminentes, por ejemplo de los premios Nobel, según Zuckerman, es que buscan a los maestros egregios, aun antes de que sean internacionalmente reconocidos como tales, "no por los conocimientos, sino por el contacto...: ver cómo trabajan, cómo piensan, cómo se comportan, su estilo de pensar..."

Me sonaría a artificio aplicar al caso de Germain las frases encomiásticas de Ortega a la muerte de Azcárate: "Porque nosotros somos del futuro. Nuestra filial piedad consistirá en seguirle. Pero seguir a Azcárate -como seguir a Giner- es seguir adelante". Ni siquiera en el caso citado, la "piedad filial" conduce a la misma meta que el alumnado científico.

Pero me pregunto cuál pudo ser la razón de que un plantel de impulsores de nuestra Psicología se congregara, precisamente, en derredor de Germain, y no de otro cualquiera.

Líder

Líder se dice de muchos modos. Es término, cuando menos, análogo; y en ocasiones, equívoco. ¿Fue líder Germain?, ¿lo veo yo, al menos, como tal? De algunas maneras, solamente. Un modo sutil de proclamarlo era la forma habitual, cariñosa y mirada a la vez, de dirigirnos a él: "Hola, Doctor", "¿qué opina, Doctor?". Los demás, por lo común, nos tuteábamos; pero en ningún caso con mayor complacencia en el trato. Y no he conocido manera más deferente y cercana de emplear el usted. La elegancia es el buen gusto desatendido; Germain respetaba sin marcar distancias, y sin empeñarse en borrarlas. Prescindía por hábito, y seguía tratando con llaneza. Entonces, ¿cómo no era líder, y qué tipo de liderazgo ha ejercido?

Por lo pronto, no era líder demagogo (demos, pueblo, plebe; agogós, conductor, dux), como cuenta Plutarco de Cayo Graco que "... siendo costumbre que todos los oradores hablasen vueltos hacia el Senado y hacia el llamado Comicio, entonces por la primera vez salió más afuera, perorando hacia la plaza; y en adelante lo hizo así siempre: causando con una pequeña inclinación y variación de postura una mudanza de grandísima consideración, como fue la de convertir en cierta manera el gobierno de aristocracia en democracia, al dar a entender que los oradores debían poner la vista en el pueblo y no en el Senado".

Ser democrático comienza por ponerse impedimentos a sí mismo ante la mera posibilidad de abuso: en la sociedad, interponiendo instituciones vivas; en grupos menores, dando autonomía a los individuos. Germain creó un medio humano e intelectual donde no podía ser demagogo ni despótico. Cuanto más plebeyo es el influjo, tanto más ha de se simplificarse la idea propuesta como meta. No está exento, sin embargo, el mundo universitario de toda pretensión de influjo masivo, y no sólo cuando trueca la docencia en acción política, sino cuando el profesor se instala como techo del saber, dictando sus lecciones e imponiéndolas como materia obligada y aun exclusiva de examen, a veces por procedimientos objetivos de dudoso valor, que más son dogal que acicale de la inteligencia.

Germain no coartó jamás las iniciativas. Por el contrario, las estimuló, quizá en ocasiones con un presentimiento doloroso de contribuir al distanciamiento. Esto le coloca del lado del líder facilitador, más centrado sobre las tareas que sobre las personas, resonando eminencialmente la intención colectiva, y consciente de que su función no es mandar sino asistir.

Me recordaba la anécdota del sansculotte de la Revolución Francesa que, según contaba 0. Klineberg, al ser detenido en un motín, increpaba a los gendarmes: "Soltadme, que soy el organizador de esa manifestación y tengo que ir detrás". En cualquier caso, Germain no tiraba del grupo, no lo arrastraba, sino que lo impulsaba y alentaba.

No destacó por su vitalidad o por la expansión locuaz sino por el control emocional y por la comprensión humana. Ni se impuso por ambición o afán de mando, sino por su exquisita serenidad y por la finura de modales.

Se suele señalar un doble requisito en el líder para amalgamar las contribuciones de los miembros en la labor del conjunto: clara visión de la meta y concertación de las voluntades. No estoy seguro de que en aquellas circunstancias temporales y sociales fuera posible una mediana claridad acerca de los rumbos que habría de tomar la Psicología, ni puedo negar que acaso trascendieran a la capacidad de Germain, como a la de cualquier psicólogo de entonces. Pero admiraré siempre como un milagro el éxito en mantener aunadas las voluntades y amigos los sentimientos de tanta gente de iniciativa.

Mirándolo ahora, veo cumplidas en él las cualidades que Bowers y Seashore encuentran en numerosos análisis del liderazgo democrático: relaciones de apoyo; estímulo a la interacción; énfasis en la meta; facilitación de la tarea.

Mediador

Sin embargo, le queda a uno la comezón de que sigue más el antojo del deseo que el dictamen de la realidad al querer erigir a Germain en maestro y en líder de los psicólogos actuales. Nada es claro en lo humano-cuando, como dice el filósofo, todas las cosas son contradictorias, si se las analiza un poco.

Los psicólogos no podían seguir a Germain, porque la Psicología se estaba abriendo como flor temprana, próxima al germen. Ojalá no haya quedado ajada en manos profanas; Pero el caso es que Germain cayó entre nosotros en un período efervescente y turbio, entre la psicotecnia alemana y la estadística sajona, entre el análisis de la experiencia y el conductismo rígido, entre el asociacionismo y la Gestalt. Su estancia en Oxford temperaba su experiencia psicotécnica y su formación germana.

Las fronteras no eran espaciales sino temporales. Se estaba consolidando un ciclo y abriendo otro, aparte que una de las psicologías había perdido la guerra. Urgía afianzar sólidamente lo edificado para entrar con pie firme en el umbral de la nueva ciencia. En nuestros términos, había que suprimir, es decir, dar por asimilada, la Psicología anterior para iniciar la actual.

Germain hace, a mi entender, de charnela entre las dos épocas de la Psicología española. En él veíamos asegurada la etapa precedente y podíamos aventurarnos a lo incógnito sin temor a perder el arca de la tradición. En esta función mediadora, Germain compendía un magisterio latente y cuenta entre las pocas figuras de la psicología española para quienes el olvido de las generaciones jóvenes será timbre de gloria. Le espera un largo silencio.

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