Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.
Papeles del Psicólogo, 1999. Vol. (73).
Carlos Hernández Blasi
Universidad Jaume I de Castellón
En las puertas de siglo XXI, con una disciplina cada vez más asentada profesional y académicamente en España, se empieza a hacer necesario, a mi juicio, abrir un debate sobre cuáles pueden ser algunos de los retos que se deberían afrontar en los próximos años. Con el ánimo de contribuir a dicho debate, es con el que presento esta modesta aportación. En concreto, entiendo que en estos momentos son tres los retos que la psicología española debe afrontrar en su conjunto: 1) la progresiva internacionalización de sus propuestas académicas y profesionales, 2) la asunción de una perspectiva abiertamente psicobiológica del comportamiento, y 3) la apuesta decidida por la transdisciplinariedad.
1) En relación con el primero de estos retos, la progresiva internacionalización de las propuestas académicas y profesionales, estimo que es cada vez más importante subrayar la necesidad de que la psicología de nuestro país traspase sus fronteras. En un mundo que se hace más pequeño por momentos, en el que el concepto de aldea global aparece reiteradamente en los planteamientos de futuro, no parece sensato seguir sosteniendo de forma exclusiva una tradición de psicología nacional. Así, por ejemplo, creo que la investigación psicológica que se hace actualmente en nuestro país debería ambicionar a seguir asentando su prestigio a nivel internacional. Para ello, no sólo es necesario seguir perseverando tenazmente en el empeño de publicar en lengua inglesa, sino además en superar una cierta tendencia negativa, aún arraigada en parte de nuestros entornos académicos, a la circularidad de los planteamientos teóricos y experimentales, y a la circularidad de su difusión. Realizar una investigación psicológica puntera que eventualmente reciba el reconocimiento de la comunidad internacional exige, por una parte, realizar trabajos de calidad sobre cuestiones que realmente son relevantes en la comunidad internacional. Por otra parte, exige publicar siempre que sea posible en medios de difusión internacionales. Con esta propuesta, no estoy abogando en modo alguno, entiéndaseme bien, por un abandono de las cuestiones académicas originales generadas en nuestros centros de investigación ni por un abandono del estudio de problemáticas con un valor cultural y contextual específicos. Tampoco estoy animando a los especialistas a relegar las revistas de psicología españolas en favor de las revistas anglosajonas (de hecho, tal vez una de las medidas que resultaría más efectivas en aras a conseguir el objetivo indicado es incrementar la difusión internacional de nuestras revistas, especialmente a través de un incremento de sus publicaciones en inglés). Tan sólo pretendo remarcar el hecho de que seguir apoyando una psicología de españoles para españoles puede acabar por convertirse disfuncional para el desarrollo futuro de nuestra disciplina. Algo muy parecido se podría argumentar en el caso de la dimensión profesional de la psicología. En este sentido, pienso que el psicólogo aplicado español debe aspirar de igual forma sistemáticamente a ofrecer a sus clientes el mejor de los servicios profesionales posibles, lo que, en muchos casos, no nos engañemos, significa estar al día de qué procedimientos -cualesquiera que sean- utilizan en estos momentos sus colegas americanos, ingleses, franceses o alemanes frente a problemas equivalentes.
En definitiva, estimo que la progresión académica y profesional observada en nuestra disciplina durante las últimas décadas debe proseguir en las próximas, a partir de una progresiva internacionalización de sus propuestas académicas y profesionales.
2) El segundo gran reto que proponía al comienzo de este artículo es la asunción de una perspectiva abiertamente psicobiológica del comportamiento. En este sentido, creo que los psicólogos de nuestro país en su conjunto -y también, en este caso, una parte de los psicólogos no españoles de determinadas orientaciones teóricas- deberían empezar a asumir los planteamientos realizados por Bunge (1988; y Ardila, 1988) en torno a la identidad funcional entre conducta y organismo. Como se recordará, en estos libros se describen hasta diez puntos de vista principales sobre el problema mente-cuerpo, para acabar inclinándose por aquél que sostiene una particular identidad funcional entre ambos (el llamado materialismo emergentista). Según el mismo, y dicho en muy pocas palabras, todo referente comportamental del individuo (ya sea éste conductualmente manifiesto o no), tendría necesariamente un referente orgánico o biológico simultáneo, al que no se reduciría, pero que, en última instancia, sería imprescindible para comprenderlo y explicarlo. Ciertamente sé que esta propuesta es polémica, y sé que lo es más allá de nuestras fronteras. No en vano, por ejemplo, Bunge y Ardila cuestionan la idoneidad de teorías como el psicoanálisis y la psicología cognitiva como marcos epistemológicamente válidos para la construcción de una psicología científica. No obstante, entiendo que en estos momentos su posición va asentándose cada vez con más fuerza y más razón en nuestra disciplina. Prueba de ello es el renovado y creciente interés de los académicos de todas las áreas del comportamiento en campos como la genética de la conducta, la neuropsicología, la investigación animal y las neurociencias, así como la continua apertura de laboratorios afines a estos ámbitos de conocimiento en los departamentos universitarios de psicología de países tan punteros como Gran Bretaña y Estados Unidos. Prueba de ello es también, en el terreno profesional, el reconocimiento existente hoy en día en torno a la indiscutible utilidad de los psicofármacos en el tratamiento de determinados problemas de salud mental (lo que sí siguen siendo discutibles, por supuesto, son cuestiones como su alcance, su bondad terapéutica a largo plazo y su compatibilidad con ciertas psicoterapias). Sea como fuere, no parece razonable a estas alturas de siglo que la psicología científica siga viviendo de espaldas a la biología y al enriquecimiento que ésta puede proporcionar a nuestra comprensión del comportamiento humano. Desde un punto de vista académico, se hace cada vez más necesaria una relectura (y, por tanto, también una reescritura) de los conocimientos de las diferentes áreas de la psicología en clave psicobiológica. Sólo así conseguiremos llegar a una comprensión cabal del comportamiento. Desde un punto de vista profesional, cada vez va a ser más necesario que los psicólogos en activo sepan más cosas sobre, por ejemplo, neurología, genética, anatomía, fisiología, farmacología y bioquímica. Sólo así tendremos profesionales realmente competentes y competitivos.
En síntesis, sostengo que, en estos momentos, la asunción de una perspectiva abiertamente psicobiológica del comportamiento constituye un reto ineludible para el progreso de nuestra disciplina. Psicólogos como Vygotsky, Luria y Leontiev (aunque mejor sería decir neuropsicólogos) vieron ya claro este camino hace años. Su modelo de psicología es al fin y al cabo el de Bunge y Ardila, el que se defiende aquí. Lástima que hasta ahora se haya optado generalmente por una lectura sesgada de sus planteamientos; una lectura que ha acabado convirtiendo en un segundo conductismo lo que en su origen era una sincera dialéctica entre el medio social -la historia, la cultura- y el organismo.
3) Finalmente, el tercero de los retos que he mencionado es la apuesta decidida por la transdisciplinariedad, entendiendo este término en un doble sentido: uno, el tratar de acercarse más a otras disciplinas (sentido que no es equivalente en este caso al de interdisciplinariedad), y, otro, el tratar de acercarse más a la sociedad y sus inquietudes.
3.1) La primera acepción señalada quiere hacer referencia a la necesidad que toda disciplina científica tiene de compartir sus conocimientos y su lenguaje característico con el de otras disciplinas afines. Según la filosofía de la ciencia contemporánea, lo que es cierto en una disciplina que utiliza el método científico debe ser igualmente cierto o compatible con lo que se afirma en otra (Bunge, 1983). De hecho, en las disciplinas científicas es precisamente el método empleado y sus constricciones los que, en última instancia, legitiman la validez de un conocimiento aceptado intradisciplinariamente como cierto. Sin embargo, uno tiene a menudo la sensación de que, en el caso de la psicología, el método científico y, sobre todo, su jerga académica y profesional han contribuido más frecuentemente a aislarla de otras disciplinas que a acercarla a ellas. Sobre conceptos sibilinamente trazados, se ha tratado históricamente de marcar las fronteras entre aquélla y otros campos del saber, en la esperanza de poder reafirmar su singularidad como especialidad y nuestra identidad como profesionales, pero tal vez olvidando que todo conocimiento científicamente recogido es necesariamente universal. En esta línea, entiendo que uno de los grandes retos que la psicología debería afrontar en los próximos años es el de estrechar puentes con otras áreas de conocimiento, el de salir al mismo ruedo que las disciplinas científicas más reconocidas, en un intento de acercar cuanto sea posible las problemáticas, los resultados y los lenguajes. Si "lo psicológico" es verdaderamente relevante y está rigurosamente recogido, habríamos de ser capaces de dirigirnos de tú a tú académica y profesionalmente a médicos, biólogos, químicos y físicos, por citar algunos casos, cosa que, justo es reconocer, no siempre sucede. Es por ello que creo que la psicología debería aceptar más en lo sucesivo el compromiso de salir a la palestra, de "entenderse" con otras disciplinas y de ganarse, por méritos propios, un justo reconocimiento entre las mismas.
Ciertamente un objetivo como éste no se consigue de la noche a la mañana, ni está exento en modo alguno de un profundo proceso de autocrítica y reflexión sobre "lo psicológico", pero, a mi juicio, es el camino a seguir de una disciplina como la nuestra que, una vez superada su infancia -¿tal vez su adolescencia?- debiera encaminarse con paso firme y decidido hacia su madurez.
3.2) Una segunda acepción del término transdisciplinariedad hace referencia al reto igualmente necesario de ser capaces de acercar a la sociedad, a la gente de la calle, nuestras aportaciones como ciencia y como profesión. Toda disciplina que se precie debe aspirar, a mi juicio, a realizar una divulgación de calidad de sus conocimientos y de sus aportaciones, y, aunque en los últimos años se ha venido avanzando mucho en nuestro país en esta dirección, pienso que aún estamos lejos de alcanzar un nivel aceptable. Con demasiada frecuencia, la psicología aparece vinculada en distintos medios al esoterismo y la trivialidad. Pitonisas y parapsicólogos se entremezclan de este modo con aprovechados y "psicólogos" de dudoso origen que llevan a hacer creer al lego que "eso de la psicología" tiene que ver más con el horóscopo y la predicción del destino que con la ciencia estándar y la rigurosa profesionalidad. En este sentido, pienso que ser capaces de realizar una divulgación de calidad entre los no-psicólogos y los profanos a través de los distintos medios de comunicación, tanto escritos como audiovisuales, sigue constituyendo uno de los caminos privilegiados para consolidar el estatus social de la psicología en nuestro país.
En definitiva, tal vez convenga tener presente que el verdadero respeto de una disciplina por parte de otras, así como por parte de la sociedad en su conjunto, no se puede imponer, tan sólo se puede ganar.
Al primero de los respetos (el de otras disciplinas), contribuiría mucho, a mi entender, un mayor acercamiento científico y lingüístico a las mismas (primera acepción de transdisciplinariedad). Al segundo de los respetos (el de la sociedad), contribuiría mucho un acercamiento más sincero a las situaciones y las problemáticas cotidianas de la gente, así como un incremento significativo de la divulgación de calidad (segunda acepción de transdisciplinariedad).
En resumen, internacionalización, psicobiologización y transdisciplinariedad se antojan en el planteamiento realizado en este artículo como tres de las palabras claves a tener en cuenta en el futuro cercano de nuestra disciplina. Pueden constituir también, según se mire, un programa de acción apasionante para académicos y profesionales.
BIBLIOGRAFÍA
Bunge, M. (1983). La investigación científica (2ª ed.). Barcelona: Ariel.
Bunge, M. (1988). El problema mente-cerebro (2ª ed.). Madrid: Tecnos.
Bunge, M. y Ardila, R. (1988). Filosofía de la psicología. Barcelona: Ariel.