Papeles del Psicólogo es una revista científico-profesional, cuyo objetivo es publicar revisiones, meta-análisis, soluciones, descubrimientos, guías, experiencias y métodos de utilidad para abordar problemas y cuestiones que surgen en la práctica profesional de cualquier área de la Psicología. Se ofrece también como foro para contrastar opiniones y fomentar el debate sobre enfoques o cuestiones que suscitan controversia.
Papeles del Psicólogo, 2000. Vol. (75).
Isaac Amigo Vázquez.
Universidad de Oviedo
Cualquier reflexión sobre la ética profesional en el desempeño del trabajo cotidiano del psicólogo, o de cualquier otra actividad, y el papel del código deontológico como indicador del límite de lo que se puede llegar a hacer y de lo que no se debe hacer en el ejercicio de la profesión, tiene su sustento en un concepto previo, el de la responsabilidad profesional o profesionalidad. Términos que, en este contexto, podemos hacer equivalentes.
Elevar a la categoría de profesional el modo de trabajar de alguien, en nuestro caso el del psicólogo, supone que el objetivo fundamental de cada una de sus actividades laborales está siendo el de realizar bien o, en su caso, lo mejor posible, cualquier trabajo o tarea que se emprenda.
Lo dicho pasa, en muchos casos, a ser tan sólo un desideratum en la medida que hay distintos factores que dificultan el esfuerzo cotidiano que supone tratar de hacer las cosas correctamente. El primero de ellos es, qué duda cabe, la rutina.La rutina deviene de la aplicación estándar de un procedimiento y puede darse en cualquier ámbito, desde la utilización de la entrevista durante un proceso de selección de personal hasta el entrenamiento en relajación progresiva. Cuando esto ocurre, el profesional se está olvidadndo de que esa entrevista o ese entrenamiento, aún cuando no tiene mucho interés para él, puede ser muy importante para su cliente y que, si fracasa, esta persona no va a quedar igual, sino que, probablemente, se encontrará peor. Incluso los procedimientos que se consideran inocuos, cuando no dan los resultados esperados, también tienen su efecto sobre la persona a la que se aplican.
Por otra parte, la profesionalidad tiene otro gran enemigo, aunque en este caso es de una naturaleza cultural. Nos referimos al culto al éxito (económico, personal, etc), dinamizador fundamental para muchas personas de su vida laboral. El problema surge porque a corto plazo, el éxito económico y la profesionalidad pueden entrar en colisión y cuando así sucede es el primer criterio el que suele imponerse. No obstante, el profesional con miras más altas sabe que, a largo plazo, el éxito en el ejercicio laboral está ligado a un concepto de profesionalidad que hace que muchas de las actuaciones iniciales no reporten grandes beneficios al que las desempeña.
Finalmente, cabría decir que la falta de responsabilidad profesional puede venir facilitada por el corporativismo presente en todos los grupos profesionales. Se habla mucho del corporativismo médico, cuando ante un determinado error relacionado con la salud, el colectivo implicado se moviliza en favor del compañero de trabajo, sin embargo, no sería adecuado olvidar que esa misma relación se produce entre todos los grupos profesionales.
Todo lo dicho no se reduce meramente a un problema teórico, sino que en tanto que consumidores, el ejercicio de una práctica profesional satisfactoria o insatisfactoria nos afecta en todo lugar y en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana puesto que, en cualquier actividad que realicemos (viajar en avión, comprar una casa o un coche, ir al médico o al psicólogo), nos encontramos en manos de un profesional que nos puede ayudar y facilitar mucho nuestra vida o, por el contrario, meternos en una situación mucho más compleja que la inicial.
Este último punto, afecta muy directamente al profesional de la psicología. Las intervenciones que realizamos como profesionales no dejan indiferente a las personas, máxime cuando muchas se sienten evaluadas cuando están enfrente de un psicólogo en el contexto de una entrevista, la aplicación de una prueba, etc. En este sentido, la práctica clínica merece una atención especial porque, incluso, cuando se aplican mal procedimientos que no presentan efectos secundarios indeseables de ningún tipo (como por ejemplo el entrrenamiento en relajación muscular), la sensación de fracaso que puede tener la persona que ha sido entrenada pero que no nota mejoría alguna, puede hacerla sentirse peor que antes de iniciar el procedimiento.
Por todo ello, se podría afirmar que aunque los códigos deontológicos profesionales y, en concreto, el código deontológico del psicólogo es una buena herramienta para hacernos recordar la importancia y los límites del trabajo que desempeñamos, el aprendizaje de la noción de profesionalidad, incluso, durante la formación académica, sería una de las mejores estrategias para hacer el código casi innecesario.